ADOLFO CÉSAR PHILIPPEAUXDécimo aniversario de su fallecimiento
“Adolfo Cesar Philippeaux tuvo un
profundo compromiso con las causas patrióticas. Dio todo por la patria, sin
pedir nada a cambio”.
En la mañana del sábado 4 de octubre próximo pasado, se
realizó en esta ciudad el acto en conmemoración de los 10 años del
fallecimiento del Teniente Coronel (R) Adolfo Cesar Philipeaux. La lluvia
obligó a cambiar el escenario y la capilla de la necrópolis local albergó a los
participantes.
Asistieron entre otros compatriotas, la diputada provincial
Fernanda Alonso, la presidente del Concejo Deliberante, Graciela Brunengo,
funcionarios municipales encabezados por el secretario de Gobierno, Daniel
Pérez, concejales, el jefe del Regimiento de Caballería de Tanques 13, teniente
coronel Héctor César Tornero, el presidente del Concejo de Unidad Básica del PJ
de General Pico, Jorge Tebes, miembros de la Comisión Permanente de Homenaje al
Teniente Coronel (R) Adolfo Cesar Philippeaux, integrantes del Foro Patriótico
y Popular, instituciones intermedias y público en general.
El acto se inicio con la entonación de las estrofas del
Himno Nacional Argentino. A continuación se llevó a cabo un minuto de silencio
en memoria del Teniente Coronel Philippeaux y de quienes perdieron la vida en
los hechos acontecidos en Junio de 1956.
Tras el responso oficiado en memoria del militar, se
sucedieron los discursos de Mary Carasay, secretaria adjunta del Concejo
Directivo Provincial de ATE, del doctor Eduardo Marquesoni, en representación
de la Comisión Permanente de Homenaje a Philippeaux y Avelino Rodríguez, quien
en el levantamiento de Junio de 1956, fue uno de los civiles que participó
activamente, y que tuvo a su cargo tareas de inteligencia y comunicación.
El intendente Juan José Rainone, el presidente del PJ La
Pampa, Rubén Hugo Marín, el ex diputado nacional Antonio Pereira y el Dr. Julio
c. González enviaron misivas, haciendo saber que lamentaban no poder estar
presentes.
Se dio lectura a la ordenanza Nro. 90/2014 que designa con
el nombre de Teniente Coronel (R) Adolfo Cesar Philippeaux, a la calle 452 de
General Pico y se hizo entrega de una copia de la misma a la señora Virginia
del Valle Martínez, viuda de Philippeuax, quien agradeció a los presentes y
cerró el acto con unas breves palabras sobre la figura de quien fuera su esposo
y compañero.
Discurso pronunciado por Mary Carassay, Secretaria Adjunta de ATE
La Pampa y miembro de la Comisión Permanente de Homenaje al Tte. Cnel (R) Don
Adolfo César Philippeaux
ADOLFO CÉSAR PHILIPPEAUX
Décimo aniversario de su fallecimiento
Compañeros y compañeras, señoras y señores:
Han pasado ya diez años de su muerte. Hoy nos convocamos;
aquí, en este lugar de La Pampa, donde descansan los restos de nuestro
compañero Adolfo César Philippeaux, verdadero arquetipo de patriota, leal y
fiel a su formación militar y política; y, a la vez, leal y fiel al pueblo de
la nación quien, al fin, fue el que motivara e impulsara su vida, pletórica de
entrega a los demás.
Fue un hombre de acción; sí, de acción y de fuertes
convicciones, que impulsaron una vida plena, dirigida hacia el logro de una
Argentina justa, libre y soberana. En lo personal, sentía un profundo orgullo
por su vocación y amor por su condición de militar.
Abrazó los ideales de redención social y nacional,
expresados por el fundador del Justicialismo, el general Juan Domingo Perón,
desde sus mismos inicios, cuando egresara del Colegio Militar de la Nación, en
1945.
Su visión de la vida y su concepción de las cosas,
estuvieron marcadas, por las vivencias adquiridas en el interior de la patria
profunda, sobre todo, en la región del noreste. Primero con su familia paterna
y luego como joven oficial, pudo palpar la pobreza, y el estado de ignominia,
en el que sobrevivían los más humildes, ultrajados por los “dueños de
estancias”, de aquellos tiempos.
Fue, en ese año 1945, cuando el Pueblo de la Patria, puso
las cosas en su lugar. En un 17 de Octubre histórico, nacía una Argentina
distinta, solidaria; que estaría, sobre todo, centrada en la dignidad de la
persona, de todas y de cada una de ellas, a lo largo de todas las etapas de su
vida: niñez, juventud, adultez y ancianidad. Nunca más, el destino de los
hombres y mujeres que conformaban el pueblo de la Nación, se habría de separar
de su conductor. Del mismo modo, el joven subteniente Adolfo César Philippeaux,
ligó su vida y su compromiso, por siempre, con Juan Domingo Perón.
Su decisión de abrazar, con profunda convicción, la causa
independentista del gobierno del General Perón; le valió, a partir de 1946, ser
designado en el Regimiento Motorizado Buenos Aires, regimiento escolta del
presidente de la Nación. Se desempeñó allí, prácticamente, hasta el
derrocamiento del gobierno constitucional, en septiembre de 1955.
En ocasión del bombardeo y ametrallamiento de la Plaza de
Mayo y de calles adyacentes, el 16 junio de ese año, protegió al presidente y
se enfrentó, con sus efectivos, a las tropas terrestres de la Marina, a pocas
cuadras de la Casa Rosada. Cabe recordar que en ese nefasto día murió el
granadero pampeano Orlando Heber Mocca y resultaron heridos Horacio Arnoldo
Herrán y Reinaldo Rodolfo Reiner, también coprovincianos y granaderos.
Producido el golpe de Estado, en septiembre de 1955, el
gobierno de facto lo destina, castigado, a nuestra provincia. En Santa Rosa,
tiene a su cargo el Distrito Militar Nº 65. Una vez instalado en nuestra
capital, habida cuenta su destacada actuación, en defensa del gobierno
constitucional del presidente Perón, se contacta con quienes conducían y planificaban,
el Movimiento de Recuperación Nacional, los generales Juan José Valle y Raúl
Tanco.
Su objetivo era realizar un movimiento
cívico – militar, en toda la geografía nacional, a fin de restaurar el orden
democrático sin proscripciones, terminar con el revanchismo imperante,
consolidar la justicia y la pacificación nacional. Quienes conducían el mismo,
no admitirían, bajo ningún pretexto, el ejercicio de la violencia sobre
personas o bienes, de los partidarios del gobierno de facto; sólo se toleraría,
en casos de defensa propia. Con tal fin, se redactó una Proclama al Pueblo de
la Nación, que haría las veces de señal para comenzar las acciones. Ese
documento, rubricado por los generales Valle y Tanco, entre otros objetivos, se
proponía “restablecer la soberanía popular, esencia de nuestras
instituciones democráticas, y arrancar a la Nación del caos y la anarquía a que
ha sido llevada por una minoría despótica encaramada y sostenida por el terror
y la violencia en el poder.” En La Pampa, el Movimiento de Recuperación
Nacional, fue conducido por Adolfo César Philippeaux, Agustín Nores Martínez y
José Regazolli.
Si bien, en la capital pampeana, la iniciativa de llevar
adelante el embate, contra los personeros del gobierno de facto, tomó cuerpo y
se impuso sin violencia alguna, dando como resultado que, por espacio de unas
diez horas, la ciudad estuviese bajo el gobierno de quienes conducían el
Movimiento de Recuperación Nacional, en el resto del país fracasó. La presencia
del pueblo raso en nuestra ciudad capital, alcanzó una envergadura
considerable, ya que se calcula en unos 400, los civiles que tomaron parte del
movimiento; la gran mayoría de ellos, luego de fracasado el mismo, fueron
encarcelados.
Lo que siguió luego es conocido; al enterarse Philippeaux
del fracaso del Movimiento de Recuperación Nacional y de la imposición de la
Ley Marcial en el territorio nacional, ordenó la dispersión de todos los
efectivos, militares y civiles, y el abandono de los edificios que se habían
tomado. Sobre las 9 de la mañana y hasta el mediodía del día 10 de junio,
ocurrió algo que muchos pampeanos desconocen, Santa Rosa fue bombardeada por
aviones navales llegados desde Bahía Blanca, con el fin de acallar la voz de la
entonces Radio del Estado, hoy LRA 3 Radio Nacional Santa Rosa, desde donde se
había leído durante toda la noche anterior, la Proclama al Pueblo de la Nación.
El objetivo, más allá de la destrucción de las instalaciones radiofónicas,
consistió en sembrar el terror y el pánico, como se hizo en el resto del país;
amedrentar de todas las formas posibles, al pueblo para que supiera lo que le
esperaba, en caso de no acatar al criminal gobierno de Aramburu y Rojas.
Al enterarse, bien entrada la madrugada, que el Poder
Ejecutivo Nacional, estaba fusilando a quienes habían participado en el
movimiento de resistencia y conciente de que sus acciones en el combate del 16
de junio del año anterior y posteriormente, en su actitud de resistencia, en
septiembre del ’55, Philippeaux sabía que para él no habría clemencia. Por
ello, para salvar su vida, huyó hacia San Luis en compañía del entonces
sargento Nicolás Navarro. Horas después, no sin resistencia, fue
capturado; y si bien, en principio se lo iba a fusilar en Bahía Blanca, ciudad a
la que debía llevarlo un avión desde la base aérea de Villa Reynolds, varios
suboficiales de filiación peronista, adulteraron el combustible de la máquina
que lo debía trasladar, postergando el vuelo. La acción de los compañeros, le
brindó el tiempo necesario, para no ser pasado por las armas, ya que unas horas
después, se levantaba la ley marcial. Finalmente, se lo trasladó, junto con
Navarro, a la Colonia Penal en Santa Rosa.
Años después, al ser consultado Philippeaux sobre lo
ocurrido aquella noche del 9 de junio y el fracaso de la acción cívico-militar
en el ámbito nacional, fiel a su estilo y sin concesiones, manifestó que los
referentes civiles y militares en cada una de las provincias, “no tuvieron
confianza en el pueblo.”
Porque, se debe recordar que, según se había planificado, el
golpe cívico - militar en contra el gobierno de la “revolución fusiladora”,
tenía un carácter de insurrección general, en el cual los suboficiales de la
mayoría de las guarniciones militares, deberían entregar el mando a los oficiales
designados y hacer partícipe del mismo, al pueblo de cada una de las
localidades en que se encontraban. Eso no ocurrió, por desidia, por indecisión
y porque, en general, se quedó a la expectativa de la lectura de la Proclama,
para iniciar las acciones. A excepción de Santa Rosa y de Rosario, su difusión
nacional por la Radio del Estado, nunca se concretó.
……………………………………………………………………….…….
Hemos expresado hasta aquí, una síntesis biográfica y
asimismo, nos referimos a las situaciones graves y muy conflictivas, de la
historia de la Argentina reciente, que le tocó atravesar al entonces capitán
Philippeaux ; en donde, una vez más, la reacción de las fuerzas “unidas y
democráticas”, intentaron retornar al pasado. Es válido reafirmar que, con sus
fusilamientos y asesinatos, Aramburu y Rojas, cometieron el crimen político de
mayor proporción de nuestra historia, sin normas jurídicas, morales o guerreras
que lo justificaran. Más aún, ni siquiera se respetó el rito sagrado de toda
ejecución cual es el auxilio religioso y la despedida de los familiares.
Su objetivo político final era acabar con el peronismo y con
los peronistas, más que por el odio que sentían, por el sentimiento de fobia
que les despertaba. Pues, como anota acertadamente Jorge Luis Ferrari[1], “la
fobia combina el miedo intenso y desproporcionado a algo o alguien con un
sentimiento de odio y deseo de muerte hacia ese algo o alguien. Esa noche, el
antiperonismo, que en todos los lugares donde hubo levantamientos pero
especialmente en Campo de Mayo, asume los rasgos de una fobia hacia el
movimiento popular, se termina de constituir como conducta social y Política de
Estado hacia el peronismo y cierra el círculo que habían abierto los bombardeos
de Plaza de Mayo en junio de 1955 y el decreto Nº 4161.” El Decreto
Ley 4161, como se recordará, era el que prohibía y castigaba, toda mención que
hiciera referencia a Perón, Evita, el partido Peronista, a objetos diversos,
composiciones musicales, etc., etc., ya fuera escrita, oral, artística,
fotográfica, etc.
A la vez; que, su objetivo social y económico, era
retrotraer a la Argentina a la época pastoril, cuando éramos una de las joyas
más preciadas de la corona británica; volver a esa Argentina, en la cual, los
grupos concentrados del poder y de la economía, abusaban de todas las formas
imaginables, del pueblo trabajador que aportaba su sacrificio para que un
sector social minoritario, viajara a París a “tirar manteca al techo”.
No otra intención tuvieron los pilotos de la fuerza aérea y
de la marina que bombardearon Buenos Aires y ametrallaron al pueblo en sus
calles. Hombres y mujeres que aquél mediodía nefasto del 16 de junio de 1955,
iban y venían, realizando sus tareas habituales.
Esos argentinos que circulaban por la Buenos Aires de aquél
tiempo, tenían familias, trabajo, hijos de los que ocuparse, tristezas, anhelos
y sueños de una vida mejor. Quizás, muchos de ellos, con sus vidas únicas e
irrepetibles, se dirigían presurosos llevando sus chicos a la escuela;
probablemente, también, no pocos esperaban acortar la tarde y disfrutaban de
antemano, la llegada a sus hogares para cenar en familia y jugar con sus hijos.
Me refiero, a modo de ejemplo, a esas cosas simples, cotidianas; todas ellas,
ligadas a lo afectivo, que hacen más grata la existencia y, a la vez,
constituyen la esencia de la vida misma.
Lamentablemente no pudo ser. Todo se truncó de manera vil
por la criminal acción de los aviadores militares, y de sus socios terrestres,
que troncharon vidas sin tener en cuenta que sus víctimas eran personas
diversas, con variadas formas de ver las cosas y distintas maneras de pensar.
En su enajenación criminal, no repararon en el hecho que no todos quienes
circulaban por las calles céntricas, eran peronistas.
Es probable, incluso, que entre los muertos y heridos,
hubiera algunos de sus familiares o de sus amigos; por cierto, éste es un
misterio que jamás se develará.
De todas maneras, poco les importó. Porque además de querer
matar al presidente Perón, querían dar un escarmiento al pueblo trabajador, que
apoyaba masivamente a un gobierno que lo había dignificado y le había permitido
salir a la superficie, luego de estar hundido en el pantano de la humillación y
en el subsuelo de la historia.
Un pueblo dignificado, que se sentía parte integrante de un
proyecto político, en el que era protagonista de una historia, que todos los
días reafirmaba con su labor, en el contexto de una Argentina plena de Justicia
Social.
Vale destacar que aún, en el día de hoy, se desconoce la
cantidad exacta de los muertos y heridos que arrojó la criminal acción de los
personeros del odio y del exterminio en la Argentina. Ellos también son
“desaparecidos”. Son miles de argentinos víctimas de la sinrazón de la
violencia, del ocultamiento y del planificado olvido. En algunos trabajos
históricos recientes, como los de Daniel Cichero[2], Gonzalo
Chávez [3] y Pedro
Bevilacqua[4]; sus autores
realizaron una tarea de investigación que arrojó como resultado la aparición de
las primeras listas de víctimas, con nombre y apellido, producto de aquella acción
demencial. Nóminas que como ellos mismos expresan, son provisorias porque en
realidad no se sabe, de manera certera, la cantidad exacta de muertos y de
heridos.
Hoy, desde este rincón de la patria, donde tributamos este
homenaje, a quien expuso su vida y que en los combates en los que participó,
salió airoso; teniendo en cuenta el momento de la historia que vivimos, ha
llegado el momento de proponer algo concreto. Es necesario que el Estado,
realice un acto de reparación, para con todos aquellos “desaparecidos”
del atroz bombardeo del 16 de junio de 1955.
Proponemos una reparación histórica para con los muertos
y heridos de aquella jornada trágica. Sugerimos así que, desde los poderes
del Estado provincial y nacional; es decir, desde los Legislativos y/o los
Ejecutivos, se arbitren los medios que sean necesarios y se realicen las
gestiones pertinentes, para avanzar en la tarea de investigación histórica y
antropológica forense, con el fin de que todos aquellos argentinos y
argentinas, que aún hoy, figuran como NN en las listas mencionadas, tengan el
derecho a recuperar su identidad, poniéndole su nombre y apellido a cada una de
ellas.
Esto permitirá discernir, lo más exactamente posible, no
sólo la cantidad real de muertos y de heridos de aquél fatídico día, muy poco
tenido en cuenta en la Argentina de la desmemoria del siglo XX, sino reafirmar
el derecho inalienable e imprescriptible, que hace a la recuperación de la
identidad personal.
No dudamos, que habrá de ser un muy buen aporte al
conocimiento de la verdad y al esclarecimiento, de un hecho trágico que por
décadas se intentó ocultar; como así también minimizar, con la obsecuente
complicidad de algunos sectores sociales, mediáticos, políticos y económicos.
Esta es nuestra propuesta, que compartimos con todos ustedes y que
realizamos, en esta jornada tan especial, en donde recordamos, la fructífera
vida de un grande de nuestra patria. El teniente coronel Adolfo César
Philippeaux, “capitán de Perón y Soldado del Pueblo”, como él solía definirse.
Estamos totalmente seguros que él, hubiera dado su consentimiento, para
concretarla y nos habría acompañado, poniéndose al frente de ella.
Quiero, por último, agradecer a todos ustedes vuestra
presencia. Además, hacer propicio este momento para sugerir también, que nos
propongamos, como objetivo cotidiano, el compromiso y la persistencia del
esfuerzo, en el trabajo de todos los días, unidos de modo solidario y
fraternal, para la consecución de una Patria Justa, Libre y
Soberana.
Nada más, y muchas gracias.
[1] “El 9 de junio de 1956 en La Pampa”: los
hechos, las interpretaciones, los testimonios”, p. 42, Buenos Aires, Ediciones
Biebel, 2011.