GRAVÍSIMA SITUACIÓN.
El Mangrullo Argentino
1- Una rebelión
policial
Hace semanas que
había un “run run” de saqueos en barrios pobres. Hubo también alertas sobre
malestar en las policías y fuerzas de seguridad. En los días siguientes se
produjeron los saqueos de Gálvez (Santa Fe) y el fracasado intento de copamiento
de un comedor infantil, que funciona hace años, en Chacarita (Capital Federal).
Fueron considerados hechos
“locales”.
De la Sota consiguió un buen pretexto para tener vacaciones pagas en
el paraíso fiscal de Panamá, hasta que el acuartelamiento de la policía de
Córdoba, seguido de los saqueos en esa ciudad, lo devolvió a la realidad más
rápido que pronto. Otros hechos menores se producían en La Rioja, y en Lomas de
Zamora y Almirante Brown en el Gran Buenos Aires. La Presidente, encerrada en
su interna con el gobernador cordobés, tomó la decisión de aislarlo. El pueblo de Córdoba quedó de rehén.
La decisión de la Presidente
de aislar políticamente a De la Sota facilitó el triunfo del reclamo salarial
de la policía provincial, puso en evidencia que es ella quien gobierna, y demostró
que el jefe de Gabinete, Capitanich, es poco más que un vocero. Comentando el
triunfo salarial de la policía cordobesa, un funcionario K que escondió su
nombre, ironizó: “La primera ‘paritaria’
arrancó con el 50%, y arrasó el ‘techo’ del 15% puesto por Capitanich”. El
triunfo de la policía cordobesa desató una oleada de reclamos policiales en
Buenos Aires, Catamarca, La Rioja, Chubut, Neuquén, Río Negro, San Juan, Entre
Ríos y Jujuy, en algunos casos unidos a saqueos. Los gobernadores,
temerosos de que se repitiera en su provincia la situación de Córdoba, han ido
cediendo a los reclamos.
2-Situación de
emergencia
Sería un grave
error subestimar
estos hechos. Emergen problemas de fondo de la Argentina de hoy, es decir del
país, que pusieron en evidencia las dos recientes elecciones: con el masivo castigo
a las políticas que dan la espalda a las brutales consecuencias sociales y
políticas de la inflación, y de la inseguridad asociada a la droga.
La situación es
compleja. El hambre y la desocupación crecen. El acuerdo de “gobernabilidad” de
los dueños del poder en Argentina para que el gobierno K (y los de las
provincias) refuercen el ajuste ha mostrado que puede llegar a incendiar el
país. Ha irrumpido la “narcoinseguridad” de la mano de
acuerdos políticos de gobiernos con cúpulas policiales, que en un contexto de
bases mal pagas de las fuerzas de seguridad, crean situaciones explosivas. El
debilitamiento del gobierno K, peligroso por su naturaleza, ha agudizado las
“internas” entre los de arriba.
La situación es muy grave, y hay que separar la paja del
trigo.
Una cosa es el
crecimiento del hambre y la desocupación que exigen generar ámbitos muy amplios
de acuerdos, comités de emergencia, nacional, provinciales y
locales, en
condiciones de exigir medidas inmediatas al Estado; a un Estado que es
parte del problema, y al que hay que exigirle respuestas.
Otra cosa es el
derecho de la base policial a un salario justo, que no tiene nada que ver con
el “catecismo” que recita Capitanich como si fuera un “profesor ciruela” y no
un jefe de Gabinete que es parte del problema.
Lo que la base
policial debe sacar como enseñanza, es que para mejorar las condiciones de vida
de sus familias debieron hacer lo mismo que hacen los trabajadores del Estado: huelga. Cada vez que los manden a reprimir
protestas, deben recordar que sus sueldos salen de los bolsillos del pueblo.
Que el pueblo hoy está en lucha contra la narcoinseguridad, enquistada
en el Estado, lo que incluye a gran parte de sus cúpulas, asociadas con
gran parte del aparato político y
empresarial.
Una cosa es la inseguridad
de los narcos, que ha penetrado fuertemente en el aparato de este Estado de sumisión e indefensión nacional, de entrega
y miseria para la población, y
a esta altura, en gran medida, mafioso.
Y otra cosa son las
“internas” de los de arriba, en las que el pueblo queda de rehén.
3- El hambre y la
desocupación
Con la inflación
disparada al 30% –que el gobierno sigue negando– los ingresos de la población
han quedado retrasados frente a los precios de los alimentos y otras
necesidades básicas de esas familias pobres.
Una parte de la
población, a las que el gobierno nacional y muchos provinciales creían tener
cautivas con el clientelismo, los castigó en las elecciones.
Otra parte los
volvió a votar creyendo que era la forma de asegurarse los plus de fin de año,
el aumento de la asignación por hijo, más trabajo para las cooperativas,
aumentos en las tarjetas y tickets para alimentos que tienen algunas provincias
y municipios, etc. Pero en lugar de mantenerse esas conquistas, las recortaron
de arranque en los ajustes. Y no satisfechos con eso, lanzaron una ofensiva de
controles y juicios contra las organizaciones y personas que no son parte del clientelismo
K.
El reciente episodio
del comedor infantil de Chacarita mostró hasta dónde son capaces de llegar, en
una alianza de oscuros negocios inmobiliarios, narcos y policías, para adueñarse
de un comedor de 500 niños.
La inflación unida
al ajuste K y de muchos gobiernos provinciales agravó la situación de los
“bolsones” de hambre, y amplió esos bolsones. La política de sojización en beneficio de Monsanto, las
cerealeras, y los grandes pooles y terratenientes sigue expulsando a los pobres del campo, al igual que la crisis de las
economías regionales. Y la baja de precios de las materias primas, la
desaceleración de la economía china y el aterrizaje de Brasil (su economía
acaba de caer el 0,5% en el último trimestre) están provocando el despido de
“contratados”, suspensiones, cierre de pequeñas y medianas empresas y de
grandes proyectos de la megaminería imperialista tan amados por el gobierno K. Crecen
nuevos contingentes de desocupados.
Esta es la
base social explosiva sobre
la que está montándose la Argentina mafiosa de la narcoinseguridad (con profundas raíces en el Estado) y las
internas políticas de los de arriba (entre el kirchnerismo y
sus rivales, y dentro del kirchnerismo).
En este contexto se
conmemoran los 30 años de la asunción del gobierno de Alfonsín en 1983,
marcando el fin de la dictadura militar más genocida del siglo 20. A esta fecha se llegó por
la valiente lucha del pueblo argentino, y con un costo de miles de mártires.
Cristina Fernández intenta apropiarse de una gesta de la que no participó.
4- El horno no está
para bollos
Todos los que deciden
en esta Argentina quieren quietud para que el gobierno K haga el ajuste, para
que el pueblo siga pagando la inflación y la crisis y la Patria siga entregando,
indefensa sin Defensa Nacional, el patrimonio argentino. En el marco de quietud, esperaban negociar tranquilos
la transición a un nuevo gobierno en el 2015. Un nuevo gobierno gerente de nuestra dependencia continuada.
Apenas volvió
Cristina Kirchner, no dio plus de fin de año para todos y todas, sino que le regaló entre 5.000 y 8.000 millones de
dólares a Repsol, a la que ya no investigarán más por el vaciamiento de YPF. La
aplaudieron Macri, Scioli, Massa, Binner, Alfonsín, etc.
El gobierno negocia
con las cerealeras para que le adelanten 2.000 millones de dólares a cuenta de
los impuestos a la soja que ingresarán a partir de marzo. Negocia con todos los
usureros de los imperios: el Club de París, los “fondos buitres”, el FMI, con
los chinos que quieren traer sus propios trabajadores para la construcción de
las represas de Santa Cruz, etc.
Para pagarle a
REPSOL hay dinero, para condonarle sus deudas impositivas millonarias a los
Casinos de la Ciudad de Buenos Aires, propiedad de Cristóbal López, hay dinero.
En eso acuerdan el kirchnerismo y el macrismo.
Para todo eso hay plata pero para
el plus de fin de año y otras medidas para la emergencia social, no.
Los tiempos corren para todos.
La gravedad de los hechos vale para todos: el horno no está para bollos.
Los sectores patrióticos y
populares deben confluir en propuestas contra la inflación y sus consecuencias sociales y contra la narcoinseguridad.
Para que no haya otra Navidad
amarga para el Pueblo y la Patria.
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