Un paralelo entre dos reaccionarios:
Javier de Elío y Carlos Kunkel
"Por la vía de la
criminalización de la protesta, emprendió el diputado Carlos Kunkel, al
conjeturar que los protagonistas del 8N habrían incurrido en el delito de
sedición. Sorprendido, su entrevistador quiso saber en qué basaba tamaña
afirmación. Y Kunkel contestó: “No lo digo yo. Lo dice la
Constitución. El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus
representantes”.(Susana
Viau, Clarín, 10 de noviembre de 2012).
Kunkel va a la esencia de los
fenómenos que se vienen sucediendo en la sociedad argentina en las últimas
semanas y que llevan la impronta de los días convulsionados de diciembre de
2001. Se refiere a las prácticas que aproximan a la democracia directa, la
democracia grande donde el pueblo muta en protagonista decisorio de su propia
historia. La movilización popular y la movilización popular elevada a la
pueblada, es un modo político propio del pueblo argentino para imponer un rumbo
diferente a la historia. Es por esa vía que el pueblo supo imponer su propio
derrotero y constituyó la esencia del proceso que coaguló el 25 de mayo de
1810. Y fue por esa vía también que dio nacimiento al proceso del Gral. Perón
el 17 de octubre de 1945, y que tan afanosamente procura destruir el kirchnerato.
En prácticas que aproximan a formas
de democracia directa se inscribe el cacerolazo del 13 de septiembre, las
formas asamblearias de la rebelión de Gendarmes y Prefectos y el 8 de noviembre
con el nuevo cacerolazo. El pueblo demuestra que sí delibera al margen de “sus
representantes”.Justamente esta era una de las cuestiones de la
“gran política” que los Kirchner se comprometieron a resolver cuando Duhalde
los catapultó a la presidencia con la bendición de Héctor Magnetto y el grupo
Clarín en mayo de 2003. En aquellos conciliábulos de las minorías gobernantes,
los Kirchner se comprometieron, además, a reconstruir el Estado resquebrajado
como producto de la rebelión popular de fines del 2001 y a pagar la deuda
externa argentina, de allí su “progresista” política de “desendeudamiento” que
el juez Griesa de Nueva York se está ocupando de hacer jirones con sus fallos.
Kunkel como buen reaccionario, tiene
espanto profundo de este fenómeno que encuentra sus raíces en el nacimiento de
la Patria. Así fue en 1806 y 1807: el pueblo, abandonado por sus dirigentes
políticos y traicionado por sus jefes militares que fueron en masa a jurar
fidelidad a Su Majestad la Reina de Inglaterra, se autoconvocó –se diría en la
actualidad- y se constituyó en Ejército ciudadano. Dijo Matheu: “Los
oficiales dispersos de los Ejércitos de tierra y los oficiales dispersos de los
Ejércitos de Mar, se unieron al pueblo y constituyeron un ejercito ciudadano”; dos insurrecciones derrotaron en 1806
y en 1807 a
la primera potencia mundial de entonces: Inglaterra.
Como producto del protagonismo
insurreccional del pueblo, nacieron los ejércitos patrios que se lanzarían a la
epopeya continental de la emancipación americana, y aquella revolución
imaginada por Belgrano para la segunda década del siglo XIX, se precipitó,
también por factores externos, para los primeros meses de 1810, cuando las
noticias de Europa terminaron de fermentar el largo trabajo del Partido de la
Independencia, fundado por Castelli en 1802.
Los Regimientos de Arribeños,
Blandengues, Pardos y Morenos y especialmente los Patricios, se conformaron con
soldados bisoños llenos de entusiasmo, que eligieron a sus oficiales por voto
directo y estos a sus mandos superiores; tanto Saavedra como Belgrano así
fueron elegidos; y cuando el fugado virrey Sobremonte quiso retomar el
gobierno, una verdadera asamblea popular ciudadana se autoconvocó en la Plaza
de la Victoria, y impuso a Liniers como nuevo gobernante. Javier de Elío
entonces desde la Banda Oriental, una especie de Kunkel del siglo XIX, habrá
argumentado como Kunkel: “No señores, el pueblo no delibera ni gobierno sino a través de Su
Majestad el rey de España”. Pero
el proceso libertario era a esa altura indetenible y pueblo, milicias y
Ejército patrio, se impusieron entre el 21 y el 25 de Mayo derrocando al Virrey
Cisneros, y alumbrado con un nuevo sol la historia suramericana, ahogada en
sangre no hacía más que un año, en la abortada revolución del 25 de mayo de
1809 en Chuquisaca.
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