La fábrica que fue orgullo del país, hacía aviones, autos, lanchas... Hoy languidece
Por Gabriela Origlia | Para LA NACION
Unos 11.000 empleados (el equivalente al personal de todas las
automotrices instaladas en el país) trabajaban en 1952 en el IAME, hoy Fábrica
Argentina de Aviones (Fadea). Producía aviones, motos Puma, autos (el
Justicialista Sport y el Institec), lanchas y tractores. En la actualidad ocupa
a 1700 personas, con una actividad reducida al mínimo pese a los resonantes
anuncios hechos por el gobierno nacional cuando fue reestatizada, en 2009.
La
fábrica había estado 15 años bajo la concesión de Lockheed Martin, una
multinacional de origen norteamericano. La presidenta Cristina Kirchner planteó
que la crisis internacional de ese momento significaría una oportunidad para
iniciar una sustitución de importaciones en áreas en las que el país tuviera
ventajas. Equiparó la decisión a la estatización de Aerolíneas Argentinas y de
la jubilación privada. La operación costó $ 110 millones (70 se destinaron a la
recompra de acciones y el resto, a recuperar capacidad). Desde entonces, entre
capital de trabajo y sueldos, el Estado gasta unos US$ 70 millones anuales.
Fernando
Forbes, integrante de la comisión directiva de la Asociación del Personal
Técnico Aeronáutico (Apta) en Fadea, afirma que, efectivamente, la
estatización, que el gremio apoyó, puede equipararse a la de Aerolíneas:
"La conducción está en manos de quienes no tienen ni la formación ni el
entendimiento necesario para hacer que funcione". Gabriel Morcelli,
secretario general de Apta Córdoba, agrega que "la política está por
encima de la industria" y entonces las empresas no funcionan. "Nos
vamos degradando día a día."
Con la estatización,
el Gobierno anunció que se harían 40 aviones IA-63 Pampa III, se repotenciaría
el Pucará, avanzaría el proyecto de avión de la Unasur y se fabricaría un
helicóptero sobre la base de un prototipo chino (CZ 11). Después firmó un
acuerdo para la producción de piezas para el KC-390 de Embraer. Hace pocos
meses, el director, Tulio Calderón, agregó que en sociedad con Invap la planta
se subiría a la industria de los drones. Según Apta, todo quedó en anuncios.
Del Pampa no hay nada concreto. "Los técnicos hacen lo que pueden",
dice Forbes. Del helicóptero se ensambló el prototipo chino y ahí terminó el
proceso. Del avión para la Unasur empezó el proyecto y pronto se detuvo. De los
cinco conjuntos de partes comprometidas con Embraer se entregaron tres y el
resto está demorado; en la empresa responsabilizan a la firma brasileña
La
actividad se concentra en mantenimiento para la Fuerza Aérea. En estos días hay
un Fokker que, según se anunció a los operarios, sería el último porque el
proyecto fue desactivado. Entre los técnicos crece la preocupación: la
actividad es mínima y no se hacen trabajos para el exterior. El gremio afirma
que no se requieren más de 60 personas para lo que se está haciendo.
Durante
su gestión, la Lockheed logró que el centro de mantenimiento funcionara para
toda la región. En esos años llegaron algunos aviones de Colombia, pero no se
consiguieron acuerdos de envergadura. Desde entonces, Chile y Brasil concentran
los trabajos.
Pese
a la insistencia, LA NACION no pudo ingresar en la planta ni conversar con sus
autoridades; no hubo respuestas ni en Fadea ni en el Ministerio de Defensa.
El
brigadier (R) Roberto Engroba, que entre 1985 y 1989 estuvo a cargo de la
entonces Fábrica Militar de Aviones, sostiene que la interrupción permanente de
los proyectos impide que el país sea confiable: "El que compra un avión o contrata
el mantenimiento necesita garantías de largo plazo, saber que durante no menos
de una década lo que busque seguirá allí".
Las
políticas aeronáuticas, puntualiza, no se limitan a la Fuerza Aérea. "Hay
que determinar si es un objetivo estratégico y seguir. Así lo hicieron Brasil y
Chile. Los gobiernos pasan, pero los planes continúan." A modo de ejemplo,
cita que en los 90 hubo un proyecto en conjunto con Brasil para construir un
avión guía del Vector CBA 123. Nació en la administración de Raúl Alfonsín, y
cuando llegó Carlos Menem "tiró todo por la borda".
La
Cámpora
La
actual conducción de Fadea llegó a fines de 2013 de la mano de La Cámpora. El
presidente del directorio, Matías Savoca, fue director de Negocios en Defensa y
Seguridad de Fabricaciones Militares; lo acompañan el salteño Walter Wayar (el
de los videos de campaña bailando) y el cordobés Diego Atala. Según
trascendidos, Defensa decidió apartar de la conducción a Raúl Argañaraz -hoy
trabaja en la campaña de Daniel Scioli- por "inconsistencias en las
cuentas", que se relacionarían con deudas en divisas a proveedores.
Argañaraz dice que renunció cuando cambió el ministro de Defensa, "tras
haber cumplido en tiempo récord el objetivo de que volviera a ser una
fábrica". Sobre las supuestas inconsistencias contables dice que son
absolutamente falsas. "Nuestra obligación era recuperar la cadena
logística del Pampa, incluyendo la modernización de la aviónica, para su
producción en serie por primera vez en su historia."
Su
paso por Fadea fue muy polémico. Apta lo acusa de perseguir a sus afiliados y
delegados, y lo denunció por obligar a los trabajadores a contestar un cuestionario
político y por imponer al personal cursos de "adoctrinamiento".
Ya
con la conducción camporista hubo un polémico catering. En octubre pasado,
cuando el ministro de Defensa, Agustín Rossi, presidió el 87º aniversario y
anunció el acuerdo con Embraer, se pagaron $ 646.000 para un
almuerzo de 1900 personas.
Durante
la gestión de Argañaraz se constituyó un nuevo gremio, que todavía no tiene
personería. Parte de su consejo directivo son ex delegados de Apta; su posición
es más afín a la empresa, que les dio su aval. "La mayoría de los
delegados renunciaron por oponerse a un plan de sabotaje -dice el ex
directivo-. Hicimos las denuncias penales correspondientes. La crisis de
representatividad del que era el único gremio, hegemónico, provocó que al final
de mi gestión sólo el 4% de los trabajadores siguiera ahí." Desde la
estatización, el número de empleados creció alrededor de 40%. "Mucha
militancia no productiva", ironiza Forbes. En el 95, cuando la Lockheed se
hizo cargo de la concesión, despidió a 800 operarios; quedaron 1050.
Sobre la viabilidad de la planta, Horacio
Viqueira, que integró el cuerpo directivo entre 2009 y 2013, advierte que los
años de oro, en la década del 50, se fundamentaron en una fuerte inversión
estatal, aunque faltaba un proceso integrado. "Se producía para un mercado
cautivo, a baja escala y alto costo."
Argañaraz
sostiene que en dos años y medio se invirtieron unos $ 240 millones. "Creo
que es la gestión más importante desde la época del brigadier San Martín, tanto
desde el punto de vista cuantitativo como desde el cualitativo, dejando una
fábrica con tecnología de nivel global." Está convencido de que alcanzó la
meta de que "volviera a ser una fábrica
Capacidad ociosa
Para
Viqueira, las mayores posibilidades de desarrollo están en mantenimiento, ya
que se pueden hacer trabajos integrales y producir fumigadores y unidades
chicas para uso privado. "La relación con Brasil debería servir para
subirse al plano internacional", apunta, y reconoce que la escasez de
divisas fue un condicionamiento.
Morcelli
señala que la planta está en condiciones de encarar diversas producciones, como
chasis de colectivos o aspas para generadores eólicos, que hoy se importan de
China. Una de sus últimas realizaciones fue la reparación de Floralis Genérica,
la escultura metálica que está en la avenida Figueroa Alcorta, a metros de la
Facultad de Derecho de la UBA.
Aunque
la planta de pintura se puso a punto para, entre otras labores, servir a Aerolíneas
Argentinas, cuyo centro de mantenimiento no cuenta con ese sector, sólo se
trabajó en un avión. "Es inentendible, pero manda los aviones a pintar
afuera", señala Mocelli.
La
Fábrica Militar de Aviones fue fundada en 1927 y cuatro años más tarde, con el
AC 1, inició la familia de los "aviones argentinos", que tiene su
período más prolífico desde mediados de los 40 hasta el golpe militar del 55.
Nada de lo que se construyó en esa época fue bajo licencia, sino que se volcó
al desarrollo de proyectos nacionales con la dirección del brigadier Juan
Ignacio San Martín, que en el 1952 fue designado ministro de Aeronáutica.
Su nieto, Juan San Martín -conocedor en detalle de la historia de la
fábrica y hoy en el área de Comunicaciones Institucionales de Fadea-, destaca
entre los hitos la producción de los DL 22 y el I Ae 24 Calquín, 201 unidades
hechas con pino misionero usado como material compuesto y entelado. De esas
joyas no quedó ninguna. "Fueron hachados y la madera se usó para hacer
calderas", cuenta Engroba.
En
1947 tuvo su bautismo de vuelo el Pulqui I, primer avión a reacción construido
en América latina, y en 1950 fue el turno del Pulqui II. "La Argentina se
situó ahí en los primeros lugares en materia aeronáutica. Esos aviones de caza
estaban entre los tres mejores del mundo", dice San Martín. Fue el
comienzo de la industria metalmecánica, ya que muchos emprendedores empezaron a
trabajar para la fábrica. Engroba coincide en el análisis, pero subraya que los
planes fueron siempre "zigzagueantes, atados a intereses políticos",
y los que se presentaban como "de punta" terminaban sin alcanzar la
trascendencia pretendida.
En
1957 la planta pasó a llamarse Dirección de Fabricaciones e Investigación
Aeronáutica (Dinfia), y continuó con la fabricación aeronáutica y de vehículos.
Una década después se transformó en el Área Material Córdoba, que desarrolló el
Guaraní, el Pucará y el Pampa, a la vez que produjo el Rastrojero (dejó de
hacerse en la década del 70 por un decreto del ministro de Economía José
Alfredo Martínez de Hoz).
Del
Pucará, hasta 1975 se construyeron 108 unidades, algunas vendidas a Uruguay,
Colombia y Sri Lanka; 23 se perdieron en la Guerra de Malvinas. Quedan algunas
células y el proyecto de remotorización. "Se podría haber vendido al
mundo, pero parece que no tenemos espíritu comercial", apunta Engroba.
El
Pampa tiene distintos modelos. En 1987 hizo una gira por Estados Unidos y quedó
preseleccionado para una licitación de la Fuerza Aérea Naval. Durante dos años,
dos unidades fueron perfeccionadas en su diseño, visitaron 40 bases y las
volaron 100 pilotos. "Terminó descalificado por intereses políticos
-explica Engroba-. Dijeron que era muy avanzado y que pretendían uno más
elemental."
En
su opinión, el problema no son los aviones, sino el país: "La
discontinuidad quita competitividad; los potenciales clientes desconfían".
Cuenta que la fábrica perdió una licitación en un país asiático porque no podía
garantizar repuestos y mantenimiento técnico por 20 años.
Fiasco privado
Los
casi 15 años de gestión de la Lockheed fueron un rotundo fracaso. En 1995, el
presidente Menem le otorgó la concesión por 25 años, con opción a 20 más. La
Argentina se comprometió a comprar 36 aviones a la Marina de Estados Unidos,
que serían repotenciados en Córdoba. En una etapa más avanzada la empresa
construiría una base aeroespacial. De ahí surge la célebre frase de Menem en
una escuela de Tartagal, Salta, en 1996. "Dentro de poco se va a licitar
un sistema de vuelos espaciales por el que desde una plataforma que quizá se
instale en la provincia de Córdoba esas naves van a salir de la atmósfera, se
van a remontar a la estratosfera y desde ahí [van a] elegir el lugar adonde
quieran ir. En una hora y media podemos estar desde la Argentina en Japón, en
Corea o en cualquier parte".
Lo cierto es que la Lockheed hizo ambiciosas promesas para la expansión
de las líneas de negocio y terminó manteniendo lo que después le vendió al
Estado, a la vez que insistía en que iba a relanzar la producción del IA-63
Pampa. "Fue el negocio de la vaca atada. Una administración de fuegos
artificiales", resume Engroba
Del
Pampa -la perla de la fábrica- se terminaron 18 unidades hasta fines de 1994;
durante la gestión de Néstor Kirchner se armaron (no produjeron) seis. San
Martín reconoce que el modelo industrial de los 50 hoy no es viable porque el
contexto mundial cambió. "Ya no hay producción autónoma. Cada sector está
vinculado con otro y las exigencias de calidad son altas. Pero Fadea tiene la
capacidad para insertarse."
Para
Engroba, hay posibilidades de relanzar la fábrica, pero subraya que se
requieren por lo menos 15 años de trabajo serio. "Embraer nació 42 años
después, aprendieron con nosotros y hoy es una potencia.".
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