Algunas
cuestiones sobre el tema de la inseguridad
Por Eduardo
Mariano Lualdi
6 de septiembre de 2013
La imagen de decenas de
Gendarmes durmiendo amontonados tirados en el suelo es más que elocuente. Su
traslado fue dispuesto por el gobierno nacional a través del ministerio de
Seguridad atendiendo a la debacle electoral del 11 de agosto próximo pasado.
Nada tiene que ver con el problema de la seguridad que afecta a la ciudadanía.
En octubre de 2012, la política
salarial y de orientación del gobierno nacional para las actividades de las
fuerzas de frontera, provocó una huelga que involucró a Gendarmes y
Prefectos. Luego sobrevinieron los pases a disponibilidad y los retiros en
castigo por la rebeldía. Esa fractura no se ha resuelto.
Tiempo antes se hizo público que
el gobierno nacional ordenó a la Gendarmería la ejecución del llamado Proyecto
X de persecución a dirigentes populares. Era entonces ministro de Seguridad la
Dra. Nilda Garré.
El Proyecto X plenamente
vigente, (o cualquiera de sus sucedáneos dedicados a la persecución de
dirigentes opositores), se complementa con el sistema SIBIOS de control de la
población y con la Ley antiterrorista impulsada por Néstor y Cristina Kirchner.
De ese modo quedó al desnudo la verdadera orientación a la labor de las fuerzas
de frontera concentradas en el Gran Buenos Aires como fuerza policial y
represiva de elite bajo el mando del Coronel Sergio Berni, un oficial en
actividad del sistema de inteligencia militar cuyo jefe máximo es el actual
Jefe de Estado Mayor del Ejercito Argentino Gral. de Brig. César Milani.
Desde que se implementa el
llamado Operativo Centinela,
las fuerzas de fronteras han sido redistribuidas en el Gran Buenos Aires
abandonando su misión específica de custodia de la soberanía en las amplias
fronteras de la patria. El gobierno nacional hace mucho que viene promoviendo
el desguarnecimiento de las fronteras nacionales como política de Estado. Se
trata de la conjunción de dos elementos: el sistema de indefensión y el sistema de inseguridad. Estos son los dos
componentes de la política militar promovida por el gobierno de la Dra.
Cristina Fernández de Kirchner. La indefensión se refiere a las potencias
colonialistas, como Inglaterra, que gozan de impunidad efectiva absoluta. Salvo
en los discursos y en cierta actividad diplomática, la destrucción del sistema
de defensa nacional le garantiza a la potencia ocupante absoluta impunidad. Junto
a esto, el desarrollo de la política de Menem-Balza de envío de contingentes de
militares, gendarmes y prefectos en misiones al exterior, garantiza la
formación de estos en actividades de policía interna. Lo que no se puede
ejercer en territorio propio, se estimula que se aprenda en esas misiones.
La inseguridad se refiere a las condiciones de
vida interna de la ciudadanía, que padece en sus sectores más empobrecidos y
laboriosos el flagelo de una delincuencia estructurada desde los pliegues más
profundos del propio aparato estatal corrompido de modo terminal. El sistema
estatal argentino está en descomposición.
La actual campaña de “seguridad”
lanzada por el Ejecutivo Nacional es solo escenografía, estamos asistiendo es a
una mise en scène de cara a la nueva ronda electoral de
octubre.
La cuestión de la inseguridad,
está íntimamente unida al problema de la pobreza. La Argentina tiene índices de
pobreza reales del 30%. A la falsificación de las cifras del INDEC que procura
esconder los verdaderos niveles de pobreza que aquejan a la Nación –una medida
estrictamente propagandística- el gobierno nacional le suma el trabajo de
verdadera quintacolumna de los grupos nucleados en Unidos y Organizados para
garantizar que esa masa empobrecida sirva de tropa de maniobra para los planes
políticos, económicos y militares de uno de los sectores oligárquicos en pugna:
el kirchnerismo. La fuerzas políticas capitaneadas por el banquero Heller,
Milagro Sala, Luis D'Elía, Edgardo Depetri, Navarro, Pérsico, etc., prestan este
servicio a diario con el fin de consolidar como grupo principal, al sector
sojero, megaminero, petrolero, financiero, del juego y de negocios sucios que
representa el kirchnerismo.
Se repite a menudo que en
Argentina se perdió la cultura del trabajo; erróneo, lo
que se perdió es el trabajo. Los cambios en la producción han
traído como consecuencia la presencia de un verdadero ejército de desocupados
pero de condición estructural.
Ya hay en la ciudad de Buenos
Aires, tres camadas de habitantes que nunca trabajaron y nunca tuvieron una
vivienda medianamente digna; abuelos, padres e hijos nacieron y se criaron en
situación de calle, sin ningún tipo de contención social.
La destrucción de la Argentina
tecnológica, científica e industrial que provocó el llamado “Proceso” militar
desde el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, destrozó las bases de esa
Argentina que supo tener su propia empresa estatal de petróleo, YPF, Somisa,
Altos Hornos Zapla, etc., y que desarrolló y produjo el vector Cóndor y estaba
en condiciones de desarrollar su propio submarino nuclear. Era una Argentina
dependiente, pero conservaba ciertas autonomías en esferas de la producción en
la industria estratégica y en la industria pesada, por citar unos ejemplos, que
le permitieron obtener a la ciudadanía condiciones de vida muy importantes.
Tampoco padecía el flagelo de la
deuda externa, herencia del “Proceso”, potenciada por Alfonsín y por Menem.
Hoy, de acuerdo a los guarismos oficiales, la deuda pública asciende a más 197
mil millones de dólares.
De esa Argentina industrial,
tecnológica y científica poco o nada queda en la actualidad; el Proceso cumplió
sus objetivos de devolver a la Argentina a su “estado pastoril” de 1943, respondiendo a uno de sus
principio fundacionales impuestos por la dupla Videla-Martínez de Hoz. Este
proceso fue continuado y profundizado por los gobierno de Alfonsín, Menem, De
la Rúa, Duhalde, Néstor y Cristina Kirchner. En la actualidad “nuestra gloriosa Nación fue convertida en una republiqueta
sojera, minera, petrolera, pesquera, etc.” (…) “un esquema de armaderos de
factorías coloniales, en un país primarizado”. (Editorial
CUADERNOS para el encuentro en una nueva huella argentina Nº 42).
Como señalamos líneas arriba, la
desocupación en la Argentina no es coyuntural, no se trata de aquel ejército de
desocupados que opera como un ariete sobre el trabajador ocupado para impulsar
su salario a la baja y cuya composición disminuye o aumenta de acuerdo a las
necesidades del mercado laboral. Esa desocupación se ha vuelto estructural y
reclama soluciones también estructurales.
Hay abundante mano de obra libre
y barata para constituir legiones de dealers y una vasta red de delincuencia
amarrada fuertemente al poder político, de seguridad, jurídico, etc.,
preexistente. Es una verdadera política de Estado que une la política, el
sistema represivo, el judicial y la delincuencia en una compleja amalgama del
poder en Argentina.
La década del 90
Para analizar la cuestión de la
inseguridad debemos remontarnos a la década del 90. El menemato fue el paraíso
para la extranjerización del patrimonio nacional. Se privatizó casi todo, los
grupos extranjeros compraron una buena parte de nuestras industrias y se
produjo una concentración de la propiedad de la tierra tanto para su destino
productivo como para vivienda, de modo escandaloso. Fue un enorme negocio en
particular para el lavado de dinero proveniente de diversos delitos. Menem
liquidó el sistema de seguridad de las tierras de frontera que regía desde
1943. Al privatizar las fronteras hubo piedra libre para la penetración de grupos
mafiosos hasta niveles capilares. Se transformó la Argentina en un paraíso de
las inversiones extranjeras. Junto a la desocupación, el hambre y la
flexibilización laboral, creció la privatización de la seguridad, y con ella la
insoportable inseguridad ciudadana.
La década de 90 desembocó en la
crisis del 2001. La desocupación generó millones de pobres, más del 50% de la
población argentina se vio sumida en la pobreza más abyecta. Fueron momentos en
que se multiplicó la mano de obra lumpen para esclavizar con el delito y la
distribución de drogas. Esta situación produjo cambios profundos en todos los
ámbitos sociales, desde la clase trabajadora hasta sectores acomodados y de
alto poder adquisitivo. En las fábricas se instalaron ejércitos privados en los
propios lugares de trabajo que garantizaban controlar a sus trabajadores y se
multiplicaron las instalaciones de cámaras de seguridad en cualquier
ámbito público o privado junto a verdaderas legiones de custodios. Muchos
desocupados que necesitaban imperiosamente un trabajo que les permitiese
sobrevivir con sus familias, o personal retirado de las FFAA y de las FFSS que
percibían salarios, pensiones o jubilaciones miserables, fueron reclutados por
esas agencias privadas de seguridad con salarios ínfimos y la imposición de
largas jornadas de trabajo. Muchas mujeres fueron incorporadas a estas labores.
Durante el breve gobierno de De
la Rúa y el interregno de Duhalde, la Argentina dejó de ser un país de tránsito
para convertirse en un país de tránsito, consumo y producción de droga. Fue
un cambio estructural. Se generalizó la cocina del paco, resaca
de la cocaína, verdadero flagelo que mata a nuestros jóvenes. Es entonces que
se van asentando los carteles en territorio nacional.
La década “ganada”
Desde el año 2003 la situación
viró dramáticamente. La existencia de una aerolínea dedicada al tráfico de
cocaína, Southern Winds, cuya hoja de ruta era Tacna-Córdoba-Buenos Aires,
evidenció que el negocio del narcotráfico revestía carácter sistémico y era del
orden estatal. Años después otro escándalo conmovía a la opinión pública: en
Barcelona, fue detenido un avión argentino con una tonelada de cocaína en el
aeropuerto de aquella ciudad española. Sus pilotos eran argentinos (aunque uno
de ellos fue exculpado por la justicia española), y su ruta había sido
Morón-Ezeiza-España, el evento mostró un aceitado sistema de comercialización
de estupefacientes y de impunidad estatal argentina.
La droga penetró capilarmente en
los barrios pobres, las villas, las ciudades urbanas y rurales; creció “el
paco”, avanzó el consumo de marihuana y la producción de efedrina, que es base
para la metanfetaminas -cuyo negocio principal lo hacen los cárteles
mexicanos-, y dio un nuevo salto la inseguridad, reflejo de la presencia y la lucha
de distintos carteles de la droga
El crecimiento enorme de los
negocios de la droga, la trata, el juego, los casinos, etc., ha ido de la mano
del crecimiento de los grupos privados de seguridad e inteligencia
(consultorías). Son diversos grupos que han penetrado profundamente en el
Estado, cada uno de ellos con vinculaciones con diversos sectores del aparato
de seguridad, judicial y político. Dejan territorios liberados para sus
negocios y disputan por el control de los mismos.
La sostenida defensa de los
prostíbulos en Santa Cruz de parte del diputado oficialista Rubén Contreras, no
es un exabrupto de un “cavernícola” sino el sinceramiento de una lucrativa
actividad santacruceña basada en la trata de personas. Contreras hizo luz sobre
una de las cuestiones capitales de los negocios espurios en Santa Cruz y en la
Argentina: la trata de personas para la esclavitud sexual. Ya se había hecho
público el tema de la exportación de droga a través de cargamentos de pesca
desde puertos de Chubut y de la propia Santa Cruz, lo que cierra el modelo
extrativista, de factoría que se impuso en nuestra Nación junto a una
corrupción intrínseca del aparato estatal municipal, provincial y nacional.
Finalmente, han aparecido
propuestas para incorporar 6.000 voluntarios del Ejército Argentino para
destinarlos a la frontera norte. Reiteramos: “Las propuestas de involucrar a las
FFAA en el llamado “Escudo Norte”, como parte de este “cambio de paradigma”
para las FFAA o en cualquiera de las supuestas iniciativas de lucha contra el
narcotráfico, son nefastas y arrastrarán independientemente de la voluntad de
sus actores a comprometer e imbricar a las fuerzas militares en el
narcotráfico. Este fue el camino de Colombia y México que están sumidas en la
lucha por el control de los recursos multimillonarios de la droga, la trata de
persona y el contrabando de armas, y que ha sumido a sus pueblos en horribles
padecimientos.” (Editorial CUADERNOS para el encuentro en una nueva
huella argentina Nº 42).
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