Para resolver la cuestión del narcotráfico es necesario romper el nudo gordiano de la dependencia argentina
El narcotráfico: una
institución estatal
Por Eduardo Mariano
Lualdi
El escándalo político que desató la denuncia
que involucraría al jefe de gabinete Dr. Cr. Aníbal Fernández con el triple
crimen de Gral. Rodríguez (provincia de Buenos Aires) y el tráfico de 40
toneladas de efedrina exportados desde Argentina a México bajo los mandatos de
los Dres. Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner y que podría explicar
ese triple crimen (exportación y crimen son el fondo de la cuestión), solo ha
reafirmado lo que venimos analizando en el FPyP desde hace ya largos
años.
La cuestión del narcotráfico ha merecido varios
pronunciamientos del Episcopado argentino y forma parte de las principales
preocupaciones del papa Francisco sobre el futuro de la Argentina.
El
narcotráfico es una institución del Estado. Por eso definimos al Estado argentino como un
narcoestado. Solo desde el Estado se
puede garantizar la jugosa exportación de 40 toneladas de efedrina a otro país,
o, por solo dar un ejemplo, liberar las fronteras del control de las fuerzas
especialmente entrenadas para ello, facilitando así la profunda penetración e
instalación de distintos carteles en el territorio nacional. El narcotráfico y
la trata de personas para la esclavitud sexual y/o laboral asociada a él,
devienen en una efectiva política de Estado.
Se trata de una modalidad “argentina” del narcoestado, diferente por razones
políticas, económicas, sociales, militares e históricas, de los narcoestados de Colombia o México, o
cualquier otro, y que responde a la particular condición de Argentina como país
carente de independencia real y con parte de su territorio ocupado por una
potencia militar extranjera; en el que todas las potencias mundiales se
disputan el dominio de nuestra nación por su ubicación estratégica y sus vastas
riquezas naturales.
No hay ninguna posibilidad de que el fenómeno
del narcotráfico y la trata de personas para la esclavitud sexual y/o laboral
asociada a él, se lo pueda entender y menos combatir, sino se comprende que,
como toda institución estatal de un país dependiente, se trata justamente de una
manifestación de esa dependencia, y que su organización se da a partir del
control de ciertas palancas claves de la organización estatal existente. Se
organiza de arriba para abajo, y nunca es el resultado de la lenta penetración
de bandas de narcotraficantes que “seducen” policías, políticos, jueces, etc.
Como dijo el Gral. Perón, siempre “el
pescado siempre se pudre por la cabeza”.
Como cualquier fuerza delictual regular o
irregular es verticalista, su organización se da a partir de un “estado mayor”
que se establece desde el poder estatal hacia el conjunto de la sociedad,
penetrando capilarmente en todos los
estamentos sociales y ejerciendo un efectivo control territorial en el que se
van asentando los carteles dirigidos por verdaderos señores de la guerra. Su
objetivo central es la juventud: destruir el futuro argentino, transformándonos
en un supuesto “Estado fallido”, que justifique
todo tipo de intervención contra nuestro país.
Políticos, jueces,
policías, funcionarios estatales del más alto rango, etc., constituyen esos
“estados mayores”, detrás de los cuales se mueve una u otra potencia
imperialista. Son los perduelis de
la actualidad, los cipayos que, además de organizar la política, la economía,
las finanzas, etc. – para garantizar la actual situación de postración y
sumisión nacional –, organizan la actividad delictual estamento por estamento,
provincia por provincia, municipio por municipio, localidad por localidad. Son
los cipayos que viajan a EEUU, el Reino Unido, China, Rusia, etc., y se ofrecen
como los constructores y garantes de “acuerdos estratégicos” que involucran a la
Argentina en los intereses imperialistas y colonialistas de esas potencias
mundiales, incluido, obviamente, el jugoso negocio del narcotráfico y la trata
de personas para la esclavitud sexual y/o laboral – que mueve más de 700 mil
millones de dólares al año –, a expensas de la vida misma de nuestros
compatriotas.
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