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viernes, 10 de febrero de 2012

El Informe Rattenbach, el discurso de la Sra. Presidente y la desmalvinización

El Informe Rattenbach, el discurso de la Sra. Presidente y la desmalvinización.
Escribe: Horacio Micucci

En su discurso del 25 de enero de 2012 la Sra. Presidente ha hecho referencia al llamado Informe Rattenbach sobre la justa recuperación de nuestras Malvinas usurpadas por el colonialismo inglés.
Se trata del informe resultante de una investigación, realizada en épocas de la Dictadura, que por Resolución del 2 de diciembre de 1982, de la Junta Militar de ese entonces, constituyó una “Comisión de análisis y evaluación de las responsabilidades políticas y estratégico militares en el conflicto del Atlántico Sur” presidida por el General Rattenbach e integrada por “(6) seis Oficiales del Grado de General o equivalentes, dos (2) por cada fuerza” y titulado: Investigación confidencial sobre la conducción política y estratégico-militar de las Fuerzas Armadas Argentinas en la Guerra de Malvinas.
El 7 de diciembre de 1982 la Junta Militar resuelve que la Comisión estará integrada por: Teniente General (R) Benjamín Rattenbach y General de División (R) Tomás Armando Sánchez de Bustamante por el Ejército, Almirante (RE) Alberto Pedro Vago y Vicealmirante Jorge Alberto Boffi, por la Armada, y Brigadier General (R) Carlos Alberto Rey y Brigadier Mayor (R) Francisco Cabrera por la Fuerza Aérea.
Han trascendido y se han publicado varias versiones de este Informe. Varias obran en nuestro poder. La última de ellas data del año 2000. Está prologada por Osvaldo Bayer y tiene un texto de contratapa de Vicente Zito Lema (Ediciones Fin de Siglo). Hemos trabajado también sobre otra: Informe Rattenbach. En Malvinas: balance y perspectivas. Anexo documental.  Instituto de Relaciones Internacionales. UNLP. La Plata. 1994.
Desconocemos si la versión que la Sra. Presidente va a desclasificar, es distinta a las difundidas así que nos atenemos a lo que hasta ahora tenemos. Desde ya nos llama la atención que, si fuera distinta, no se la haya desclasificado hasta ahora, siendo un tema que es de interés patriótico.
En primer lugar varias veces hemos emitido opinión sobre el concepto básico que debe presidir la lectura de este informe, que es la definición del carácter de esta guerra. Sólo a partir de allí se pueden considerar, con ese punto de referencia, las características, errores, aciertos, falencias, oportunidad, etc. de las conductas militares (y también de civiles) en ese conflicto, ya que se analizan “responsabilidades políticas y estratégico-militares” según su Resolución constitutiva.
Taxativamente en distintos documentos y artículos hemos señalado que Malvinas es una causa justa, una guerra justa y un derecho irrenunciable.
En el discurso del 25 de enero de la Sra. Presidente podría entenderse que estamos ante una causa justa y un derecho irrenunciable, pero que la guerra es injusta por ser dirigida por una dictadura represiva, genocida. La afirmaciones de ex funcionarios como Bielsa o Bordón que dan cifras entre los doscientos y cuatrocientos años para la resolución de la usurpación británica nos demuestran el intento de un largo camino de diálogo que los ingleses no aceptan (o aceptan para discutir la explotación económica de lo que es nuestro pero nunca la soberanía).
Dicho sea de paso, para entender el significado de esta prospección política de cuatrocientos años, pensemos que, desde cuatrocientos años atrás, en el 1612, hasta nuestros días han desaparecido imperios y naciones. ¿Quién puede afirmar lo que será del Imperio Británico dentro de cuatrocientos años?. Lo real es que se le asegura un inmenso período de usufructo de nuestro territorio y riquezas e importancia estratégica al colonialismo inglés. Estas afirmaciones de “prospección centenaria” hacen letra muerta de lo que se afirme como causa justa y derecho irrenunciable. Sería algo que, parafraseando a los juristas, se convertiría en un derecho “abstracto”
Nos remitimos al documento del Instituto de Estudios Nacionales del Foro Patriótico y Popular “La Causa de Malvinas, una realidad vigente” (diciembre de 2011) y al Comunicado del mismo origen de enero de 2012, ante las recientes declaraciones y acciones de funcionarios del Imperio Colonialista Británico.
Sintéticamente allí (y en documentos anteriores) afirmamos estar ante una causa justa, una guerra justa y un derecho irrenunciable.
Sostenemos que era una guerra justa, por las razones que se esgrimen en la siguiente larga cita:
Un tema central en el debate de la “cuestión Malvinas”, es la que se refiere al carácter de la guerra. Este debate, clave para comprender los acontecimientos que se desencadenaron entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, debe ser debidamente atendido para evitar errores irreparables para los intereses de la Nación Argentina. Desde que en el mundo existen países opresores y países oprimidos, países colonialistas y países sometidos, toda guerra que oponga a los primeros contra los segundos, independientemente de quien gobierne estos últimos y de quien haya iniciado las acciones, es una guerra justa. Por eso la guerra por la Recuperación de nuestros territorios ocupados por Inglaterra es justa para los argentinos y, conviene aclararlo, no hay argumentos ni subterfugios legales o políticos que justifiquen y hagan justa para los ingleses la agresión contra los argentinos.
Hay guerras justas e injustas. Si, por ejemplo, un país ocupado total o parcialmente (Afganistán, Irak, Chechenia, Xinkiang) declarase la guerra a EEUU, Francia, Inglaterra, China o Rusia o cualquier otra potencia imperialista, esa guerra serían ‘justa’, ‘defensiva’, independientemente de quien atacara primero y del carácter de los gobiernos de los países oprimidos que declararan dicha guerra. Como esto es así, todo demócrata, anticolonialista y antiimperialista del mundo debiera simpatizar con la victoria de los Estados oprimidos, dependientes, menoscabados en sus derechos, sobre las grandes potencias opresoras, esclavistas y expoliadoras.
La guerra entre Paraguay y Bolivia, en 1932, entre dos países hermanos y expoliados, fue una guerra injusta para dirimir una disputa entre la Shell y la Esso, detrás de las cuales estaban Inglaterra y EEUU, respectivamente, disputando territorios de ambos países; la Primera Guerra Mundial, entre países imperialistas, era una guerra injusta.
Entonces, la guerra de cualquier país sometido contra el o los países que lo oprimen, independientemente de quien la inicie y de quienes sean los gobernantes del país oprimido y del opresor, es una guerra justa.
La cuestión fundamental para definir el carácter de la guerra no es quién la empieza, ni quien la conduce. Por eso la guerra por la recuperación de nuestros territorios ocupados por Inglaterra fue justa, así como hoy es justa la guerra del pueblo y la nación iraquí o afgana, contra la ocupación de los EE.UU., Gran Bretaña y otros aliados en Irak y Afganistán, independientemente de los juicios de valor que puedan hacerse respecto a Saddam Hussein o los Talibanes.
La guerra de Malvinas fue una guerra justa, para la Nación Argentina, y era, al mismo tiempo una guerra injusta para el imperialismo inglés.
Para llegar a este concepto de Derecho Internacional (y de sensatez jurídica) de guerras justas e injustas debemos considerar que no estamos en un mundo de países iguales, interdependientes y respetuosos de los derechos ajenos, como se nos pretende hacer creer.
Ficción de países iguales que la realidad permanentemente contradice. Por ejemplo cuando unos pocos países se abrogan el derecho de juzgar a otros más débiles, limitar sus derechos, imponerles condiciones, caracterizarlos de “Estados bandoleros” y no confiables, limitar su derecho a tener determinado desarrollo atómico o científico, etc.
Todo lo contrario, el mundo se divide en un puñado de potencias imperiales (EEUU, China, Rusia, Inglaterra, Francia, Alemania, Japón, etc.) que oprimen a países que pugnan por su independencia, naciones que pugnan por su emancipación y pueblos que pugnan por liberarse de la opresión a que los someten.
Que los países no son iguales en sus derechos lo pone escandalosamente a la vista el hecho de que, recientemente, EEUU debatió si debía o no entrar en default pero no hubo una denuncia y presión como la desatada contra Argentina cuando en 2001 lo hizo.
Entonces, dado que no hay igualdad de derechos, hay opresión para los que no los tienen, lo que genera a su vez el derecho a recuperar esos derechos conculcados. Derecho que asiste a Argentina respecto a su integridad territorial, en el caso de Malvinas y demás islas del Atlántico Sur, ocupadas por el colonialismo inglés.
¿No es una muestra de lo que afirmamos el mismo Acuerdo de Lisboa?
Según ese Acuerdo firmado por los mandatarios de los 27 países de la Unión Europea el 13 diciembre de 2007 se ratifican documentos anteriores en los que figuran como Territorios de Ultramar las Islas Malvinas, San Pedro (Georgias del Sur), Santiago (Sándwich del Sur) y el Sector Antártico Argentino.
De ese modo la UE (bajo la mascarada de “relaciones especiales”) intenta la aberración de respaldar definitivamente “de jure” el ejercicio “de facto” de la soberanía de nuestros territorios por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (disfrazado de inocente “administrador”). Si bien ello repugna a los principios del Derecho que impiden todo rédito a partir de un acto antijurídico, esto ocurrió y ocurre ante la tibia respuesta del Estado que no ha denunciado y/o anulado los Acuerdos de Madrid y todos los demás instrumentos jurídicos que consolidaron la ocupación colonial británica desde 1989 a la fecha.
Es una nueva muestra de la falacia de la igualdad de las naciones ante el Derecho Internacional, que mencionaremos más arriba.
(…)Los funcionarios argentinos de sucesivos gobiernos fundamentan sus posiciones en una idealización del llamado Derecho Internacional al que supuestas naciones iguales le deben igual obediencia. Como dijimos, no vivimos en un mundo de naciones iguales: vivimos un mundo de potencias “globalizadoras” y países “globalizados”. Vivimos una época en donde la igualdad de las naciones solo existe en los papeles siendo la realidad muy distinta y cruel para la inmensa mayoría de los pueblos y naciones del mundo.
Según esa defensa del llamado Derecho internacional en un mundo de “autonomías limitadas”, nuestro país está atado a la firma de Acuerdos, Tratados o Convenios, etc., compelido por el Derecho Internacional que obliga a las naciones a actuar conforme a ciertas reglas establecidas en la comunidad internacional.
Sin embargo, cabe señalar, que las naciones firman y dan fin a los Acuerdos y/o Tratados en correspondencia con sus intereses y legítimos derechos. Si estos les fueron limitados o cercenados a través de Acuerdos o Tratados por una pasajera situación de debilidad o por la incapacidad o la traición de sus gobernantes, nada obliga a dicha Nación a sostener en el tiempo una injusticia.
La defensa a ultranza de la supuesta obligatoriedad de parte de las naciones sometidas a respetar el Derecho internacional impuestos por los dominantes, solo pone de manifiesto una invertebrada concepción del Derecho, negando en los hechos el Derecho que asiste a los pueblos a luchar y conquistar su libertad e independencia.
¿Qué Derecho protegió a la nación y al pueblo afgano, iraquí o palestino de la ocupación militar ilegítima e ilegal y de los horrendos crímenes que las potencias imperialistas les propinaron y propinan en pos de cumplir sus objetivos imperiales? ¿Qué Derecho asiste a Gran Bretaña a sostener una ilegítima e ilegal ocupación colonial de nuestros territorios? ¿Qué Derecho asiste a la UE a extender ese reconocimiento incluyendo los Sectores Antárticos Chileno y Argentino? ¿Qué Derecho asiste a Gran Bretaña a pretender extender su dominación colonial sobre nuestro talud continental hasta 350 millas?
El sometimiento a ultranza al proclamado Derecho Internacional basado en las aspiraciones y deseos de los países imperialistas es un camino de sometimiento y de derrota: con tal concepción jamás habrían existido las epopeyas de 1806 y 1807, la Revolución de Mayo ni la empresa épica de la independencia americana. Viviríamos aún sometidos al dominio colonial surgido de la masacre de los pueblos originarios.
Por otra parte, el Derecho Internacional producto de la evolución del sistema interestatal surgido y desarrollado desde la paz de Westfalia en 1648 hasta la Revolución Francesa y de ella hasta el siglo XX, fue derrumbado en el momento que EEUU decidió al proclamar el Derecho de la guerra preventiva por el cual basta que una o varias potencias imperiales decidan que o quienes podrían hipotéticamente ser opuestos a sus designios, para que estas lleven adelante ataques contra cualquier pueblo, nación o gobierno. Así se justificó el ataque a Afganistán e Irak, se calificó a Irán, Corea, Siria, Libia y Cuba como integrantes de un supuesto “eje del mal” (incorporando a las relaciones entre naciones connotaciones mesiánicas pseudoreligiosas), señalando a esos países como los que el imperialismo se atribuía derecho a atacar y amenazando con extender esa caracterización a Venezuela y cualquier otro país o gobierno que no se someta a los designios imperialistas del gobierno de los EEUU y sus socio estratégico Gran Bretaña y de otras potencias imperialistas.
Asimismo, Gran Bretaña concibe el ejercicio de las relaciones entre naciones como el resultado de su Derecho a la ocupación colonial, un “Derecho” que surge de la fuerza militar y no del respeto a la independencia e integridad territorial de las naciones y la libertad e independencia de los pueblos.
El Ministerio de Defensa británico sostuvo recientemente, en consonancia con las declaraciones de Cameron: “Las afirmaciones de que las Islas Malvinas podrían mantenerse sin el uso de la fuerza carecen de fundamento. La guarnición actual en las Islas Malvinas es de una escala mucho mayor y tiene una capacidad mayor que en 1982, y esto junto con nuestra capacidad para reforzarla rápidamente por aire, se ha mantenido”.
Resulta entonces absurdo que mientras la potencia ocupante, con el apoyo de sus pares de la Unión Europea y en asociación estratégica con EEUU, hace y deshace al antojo de su supremacía militar, se subordinen los intereses de la Nación a un supuesto ordenamiento jurídico caducado por el designio imperialista de las llamadas potencias “globalizadoras”. Más aún, que se mantiene la adhesión argentina a los Acuerdos de Madrid, la Ley de Garantía a las inversiones británicos y todos los instrumentos jurídicos que consolidaron la ocupación colonial británica, etc., que resultaron en la indefensión nacional.”
Sólo desde este punto de partida se pueden analizar responsabilidades políticas y militares en esa guerra. Insistimos: políticas y militares ya que hubo militares y civiles que trabajaron durante la guerra para la derrota.
Nos parece que la referencia al Informe Rattenbach hecha por la Sra. Presidente el 25 de enero de 2012, es una manera de decir que considera a la reconquista del 2 de abril como una medida repudiable de la dictadura, equivalente a la represión, por ejemplo. Es decir que la guerra era injusta.
El 2 de Abril del 2011 la presidenta había cambiado el discurso de Malvinas calificando su recuperación como un “hecho patriótico”. Ya no fue más “una cobarde agresión”, como había dicho Néstor Kirchner al diario inglés The Guardian, cuando el gobierno argentino coqueteaba con el primer ministro británico Tony Blair. Desde ese 2 de Abril pasado el gobierno produjo hechos diplomáticos positivos, como fue el acuerdo de los países del Mercosur (y otros de América Latina), de no permitir el amarre de barcos con la bandera kelper.
Sin embargo en su discurso del 25 de enero de 2012 la Presidente volvió a renegar de la reconquista patriótica de las Islas Malvinas de manos del usurpador británico el 2 de abril de 1982, y se comprometió a que Argentina nunca recurrirá a las fuerzas militares para defender la soberanía y que tampoco afectará ningún interés económico británico en el continente.
La Sra. Presidente dice estar contra la desmalvinización. Pero la desmalvinización  tiene como núcleo esencial el rechazo a la decisión de una pequeña nación del tercer mundo, de recuperar para su soberanía de manos del colonialismo británico las Islas Malvinas usurpadas en 1833. La desmalvinización impone el repudio y el castigo contra nuestra nación, que rompió los principios impuestos por el imperialismo y el colonialismo y se atrevió a enfrentar el orden imperial establecido, lo  que se produjo con independencia de lo que sus diversos protagonistas pensaran sobre el conflicto, desde el momento en que la Nación decidió combatir al imperialismo inglés, asociado a EE.UU. y avalado por las demás potencias europeas. La desmalvinización implica una política de Estado que se compromete a no afectar y proteger los intereses británicos.
Cabe recordar que el cuidado inglés por consolidar sus posiciones económicas es, también, de vieja data. Pocos meses después de la batalla de Ayacucho, en que terminó el dominio colonial español en América, se firmó el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación entre el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y las Provincias Unidas (2 de febrero de 1825) que en su artículo XI establece que en caso de rompimiento entre Gran Bretaña y la Argentina, los comerciantes ingleses tendrán el privilegio de continuar en su tráfico y sus propiedades no estarán sujetas a embargo, ni a secuestro, ni a ninguna exacción. La Argentina renunció a tomar represalias económicas contra intereses económicos británicos, lo que fue fielmente cumplido durante la Guerra de Malvinas en 1982. Y es reafirmado en las recientes declaraciones de la Sra. Presidente (25-01-2012).
Por lo tanto la Sra. Presidente pone como único objetivo reabrir el diálogo. Pero eso no basta. No se puede repetir un diálogo que eternice la ocupación colonial.
No es un diálogo entre países hermanos en un conflicto de límites donde se discute un acuerdo beneficioso para ambos. No serán soluciones aceptables la devolución de una parte con la permanencia de una base Inglesa (solución tipo Guantánamo en Cuba), ni una solución de dos o tres banderas. Menos aún conformarse con una explotación “conjunta” de riquezas. ¿Quién le dirá al hijo que perdió a su padre o al padre que perdió a su hijo en la guerra, que esto ocurrió para “un negocio compartido de riquezas nuestras”?.
El Imperio Colonialista Británico no tiene ninguna intención de discutir la cuestión de la restitución del territorio usurpado a la Argentina.
El “paraguas de soberanía” inventado por los ingleses sirve a los ingleses:
§         que fortalecen cada vez más su base en Malvinas con armamento de última generación,
§         que avanzan en sus pretensiones marítimas y antárticas,
§         que, con el aeropuerto en el paralelo 42, propiedad del ciudadano inglés Lewis, pueden desembarcar con sus aviones de la base de Malvinas, dividiendo Argentina continental en dos,
§         que rapiñan nuestra pesca y nuestro petróleo,
§         que mantienen el control del Atlántico Sur para la OTAN, con su presencia militar en Malvinas.
Ligado a lo político y militar está el factor económico. No se puede triunfar en una guerra cuando se está alimentando financieramente al enemigo al pagarle la deuda externa. Precisamente el Informe Rattenbach, al cual se ha referido la Dra. Kirchner, en su discurso del 25 de enero, criticó esta circunstancia, ocurrida en el período de la Guerra de 1982. El Ministro Aleman pagó rigurosamente la deuda externa a los ingleses.
Es más, La Nueva Provincia, periódico de Bahía Blanca decía, en plena guerra: “Comentaristas brasileños se han mostrado sorprendidos por el comportamiento ‘caballeresco’ de la Argentina en torno al pago de la deuda con Europa, ¿podemos ser caballeros con quien ametralla a nuestros náufragos, y con quienes apañan esa actitud violatoria de las normas universales de la guerra?. A los europeos hay que apretarles donde les duela y la víscera más sensible es el bolsillo. Bastaría con que la Argentina ante el bloqueo económico y militar a que es sometida anuncie una moratoria parcial, limitada en el tiempo y perfectamente discriminada, para que el sistema financiero europeo tambalee, especialmente si, como han propuesto intelectuales y dirigentes políticos peruanos, el resto de América latina apoyara esa tesitura. A partir del 17 de mayo, fecha en que vence el mes fijado para las sanciones de la Comunidad Económica Europea, pagaremos a quienes levanten las medidas, los otros deberán esperar a que pase la emergencia bélica, porque ahora necesitaremos hasta el último dólar para comprar armamento para defender nuestra soberanía y nuestra integridad. Pero ¿será posible iniciar una contraofensiva si los jefes de Estado Mayor de nuestra economía y las finanzas argentinas están ligadas por viejos lazos de intereses personales y de ideología con nuestros enemigos y sus aliados? Dejamos la respuesta a la reflexión del lector”.
¿Los gobiernos postdictatoriales incluido el presente, han hecho algo distinto?. ¿No significa la reafirmación de esta política el hecho de que la Sra. Presidente recalque que no se han tomado medidas (ni se tomarán) contra capitales británicos en la Argentina?.
Veamos algunas conclusiones del Informe Rattenbach, del cual la Presidente ha hecho referencia: “Existió una gran diferencia entre la capacidad logística real de las FF.AA. y el desarrollo de esta capacidad con respecto a los elementos destacados en Puerto Argentino. Esta gran diferencia consistió en el transporte”. El mencionado informe detalla luego que a nivel nacional “a) se careció de un Decreto del PEN para que antes y después de las operaciones bélicas las empresas y organismos estatales y privados estuvieran en condiciones de satisfacer obligatoriamente los requerimientos de la FF.AA. en todo momento; b) se notó la falencia de la organización territorial, la carencia de una infraestructura ferroviaria y vial e instalaciones acordes con las exigencias operacionales, y la inadecuación de la infraestructura en las terminales de carga (...); c) en el sur del país existieron problemas tanto para el abastecimiento de efectos de clase II y III (A) (combustibles y lubricantes para vehículos y aeronaves) en tambores como para el envío a Malvinas”. Más adelante se habla de “falta de coordinación de los esfuerzos, en especial en las funciones de abastecimiento y transporte (...) necesidad de equipos de comunicaciones compatibles”. El informe es lapidario: “El principio que rige las funciones logísticas `prever para proveer´ quedó absolutamente desvirtuado”.
¿Qué podemos decir hoy con nuestro sector petrolero totalmente privatizado y en el cual la segunda empresa (PAE) es un 60 % de la British Petroleum británica?. ¿Y de la carencia de una flota mercante del Estado?. ¿Y de la destrucción de Fabricaciones Militares? ¿Y de nuestra indefensión marítima y aérea?. ¿Podrá afirmar la Presidente que las conclusiones del informe Rattenbach al respecto han sido tenidas en cuenta por lo esencial de las políticas de los gobiernos postdictatoriales, incluido el presente?.
Para referirnos a algunas deficiencias militares digamos que, como se planeó una guerra limitada y corta, la Argentina nunca se propuso contar con líneas de abastecimiento, para lo cual hacían falta submarinos, por ejemplo, para atacar las líneas de abastecimiento enemigas y asegurar las propias. Si Malvinas es hipótesis de conflicto, la Argentina tiene que contar con submarinos de propulsión nuclear y una capacidad aérea adecuada a este conflicto, tanto de la Fuerza Aérea como de la Aviación Naval. El abandono de planes para el desarrollo del prototipo de submarino nuclear propio, íntimamente ligado a la política nuclear nacional con el desarrollo de un reactor compacto: el CAREM, la liquidación del misil Cóndor 2 y de la industria aeroespacial propia, no producir en el Astillero de Río Santiago las Patrulleras Oceánicas Multipropósito, demuestran que continuamos por el mal camino. ¿Ha hecho este gobierno algo en el sentido indicado?.
Debe quedar claro que si nuestro único objetivo es mantener un “diálogo de personas moderadas y civilizadas” se coincide de lleno con la estrategia inglesa cuyo único objetivo es  continuar su ocupación colonial o crear un país subordinado. Inglaterra se plantea mantener el control de Malvinas, clave para el control estratégico del Atlántico Sur y de la confluencia Atlántico-Pacífico. Esto ha sido el centro de su política antes y después del 2 de abril.
Pueden debatirse aspectos militares de la Recuperación de Malvinas, puede criticarse errores de conducción y logística, de estrategia y táctica militar, de política nacional e internacional. Puede debatirse si era posible vencer sin apelar a la concepción de una defensa de la Patria como la que inspiró a los ciudadanos de Buenos Aires en 1806 y 1807 y que fue la base del nacimiento de un nuevo Ejército (los Ejército de la Independencia Nacional y del proceso revolucionario consagrado el 25 de Mayo de 1810).
Lo que no se puede decir sin falsear la verdadera historia es que la recuperación del 2 de abril hizo fracasar negociaciones fructíferas. Hay largos años de negociaciones que no llegaron a ningún lado. Ocho años después de la Resolución No 2065 (año 1965), la ONU indicó (Resolución No 3160-1973) estar “gravemente preocupada” porque las negociaciones no progresaban, reconociendo “los continuos esfuerzos del gobierno argentino para facilitar el proceso de descolonización y promover el bienestar de la población de las islas”.
En 1982 las negociaciones estaban tan estancadas como ahora, con el peligro del fortalecimiento militar de la zona por los ingleses, como efectivamente lo hicieron.
Creemos que es muy útil abrir un debate público sobre los errores políticos, militares,  económicos, de recursos humanos, de política nacional e internacional, etc., etc.. Tenemos opiniones al respecto.
Pero ese debate lo hacemos partiendo, repetimos, de que Malvinas es una causa justa, una guerra justa y un derecho irrenunciable.
Nos parece que se está ante un intento de establecer un “relato” (como gustan decir funcionarios de este gobierno) que deje sentado que Malvinas fue una Guerra injusta, lo que transforma en letra muerta su carácter de causa justa e irrenunciable. Y que parece una versión remozada del discurso desmalvinizador, con el objeto de establecer un diálogo infinito que eluda la devolución de soberanía (¿o la postergue por cuatrocientos años?) para producir una explotación tranquila de lo que es nuestro.
Explotación tranquila que, digámoslo también, es justamente del interés inglés y sus aliados estadounidenses que esperan participar, según recientes noticias, de la explotación petrolera en Malvinas y, también, de potencias rivales (como chinos y rusos) siempre interesados en hincar el diente en el Mar de nuestra propiedad y ser parte del reparto de esta Argentina rapiñada por distintas potencias imperialistas.

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