CONSEJOS DE HIPÓLITO
VIEYTES Y DE MANUEL BELGRANO A LOS GOBERNANTES ACTUALES SOBRE UN ACCESO DEMOCRÁTICO
A LA PROPIEDAD DE LA TIERRA
“Mientras el hombre no tenga en propiedad la
posesión del campo que cultiva, mientras no se halle asegurado que los frutos
que le proporciona su sudor han de ser exclusivamente suyos, y mientras no
tenga la libertad de disponer de ellos y de sus facultades a su arbitrio, sin
que haya fuerza alguna que bajo ningún pretexto, ni aun bajo el especioso de
bien público, le altere el goce y posesión de estos derechos, serán vanos,
serán infructuosos e inútiles todos cuantos esfuerzos se hagan para inclinarlos
al trabajo (…) Distíngase aún más al labrador libertándolo enteramente de aquellas
pensiones que pudieran retraerlo de este ejercicio necesario. Déseles en
propiedad aquella pequeña porción de tierra que se estime necesaria no sólo
para su precisa subsistencia, sino también para que pueda de algún modo
adelantar su fortuna por medio de su constante aplicación, (…) sea esta
propiedad sagrada, y esté a cubierto de las interesadas miras del ambicioso que
quiera echarse encima de estos preciosos patrimonios”
(Hipólito Vieytez.
Semanario de Agricultura, 1804).
“Es necesario prevenir los inconvenientes de la
falta de propiedad en las nuevas poblaciones que se promovieren y de que tanto
carecemos, así tendremos que las propiedades serán más repartidas y que nuestros
labradores saldrán del estado infeliz en que yacen debido a la falta de
propiedad de los terrenos que ocupan… El repartimiento, pues, subsiste a poco
más o menos como en los tiempos primeros, porque aun cuando hayan pasado las
tierras a otras manos, estas siempre han llevado el prurito de ocuparlas en
aquella extensión aunque nunca las hayan cultivado… Se podría obligar a la
venta de los terrenos que no se cultivan, al menos en una mitad, si en un
tiempo dado no se hacen plantaciones por los propietarios; y mucho más se les
debería obligar a los que tienen sus tierras enteramente desocupadas y están
colinderas con nuestras poblaciones de campaña, cuyos habitadores están
rodeados de grandes propietarios“
(Manuel Belgrano,
Correo de Comercio, 1810).
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