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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Escuelas públicas para todos y todas


Martes 25 de septiembre de 2012 | Publicado en edición impresa
Opinion
Escuelas públicas para todos y todas
Por Gabriel Levinas  | Para LA NACION

No recuerdo el origen de la propuesta que le sugerí a Elisa Carrió en una charla en 2001 respecto de que su equipo estudiara la posibilidad de proponer una ley en el Congreso, que seguramente iba a fracasar, pero que tenía como finalidad poner en discusión dos temas fundamentales: la salud y la educación.
La idea era simple: los funcionarios estatales, ministros, secretarios de Estado, subsecretarios, intendentes, legisladores, etcétera, como condición ineludible para ocupar sus respectivos cargos, deberían mandar a sus hijos a la escuela pública, como también atender su salud y la de su familia en hospitales estatales (cuando fue senador, Chico Buarque hizo una propuesta similar para Brasil).
Sería una forma segura de garantizar que en ambas áreas recuperáramos la calidad y excelencia que alguna vez tuvimos. Por supuesto que tal sugerencia no pasó más allá de esa conversación; que yo sepa, ARI nunca llegó a estudiar la propuesta.
De todos modos, con la imposición o sin ella, y con el resultado de las distintas políticas pertinentes (si llamarlas políticas no resulta una metáfora algo arriesgada), la precaria situación de la salud y de la educación salta a la vista. Por un lado, una clara migración de alumnos hacia escuelas privadas, un deterioro en materia educativa a niveles alarmantes y otro tanto en la salud pública. Ni la propia presidenta de la Nación ni su familia se aproximan a un hospital público aunque se trate de una infección de rodilla.
Si hay alguien que está asociado de manera inmediata al diseño educativo vigente es el actual senador Daniel Filmus. Desde la época de Menem, y junto con el intendente Grosso, intervino fuertemente en la planificación de la escuela pública. Fue luego el principal asesor de Susana Decibe durante el menemismo y, finalmente, ganador del récord Guinness al proyecto educativo más veloz, cuando tuvo que terminarlo en pocos meses para poder candidatearse como jefe de gobierno de la ciudad tras exhibir el despropósito como mérito.
Pero, ¿qué podía importarle a Filmus cuáles serían las consecuencias de esa nueva ley si sus hijos estaban resguardados de ellas en una cómoda escuela privada? Pero Filmus no es el único que nos señala desde el ejemplo de su conducta que, si nos alcanza el dinero, no mandemos a nuestros hijos a la escuela pública: Susana Decibe, Cristina Kirchner, Mauricio Macri, Esteban Bullrich, Alfonso Prat-Gay, Federico Pinedo, Horacio Rodríguez Larreta, Ricardo Echegaray y una larga lista de legisladores y funcionarios confirman con su decisión personal lo que toda la sociedad ve y sufre: que el compromiso con la educación pública, para muchos, no pasa de los discursos o, en el mejor de los casos, de las buenas intenciones, esas que pueden olvidarse.
Mientras tanto, un alto porcentaje de jóvenes termina la escuela secundaria sin tener siquiera el nivel de comprensión para entender un manual de instrucciones. Los alumnos de la escuela privada casi no tienen que sufrir las interrupciones sistemáticas de sus estudios por huelgas, tienen un mayor acompañamiento institucional durante su trayectoria y cuentan con equipos estables para los proyectos pedagógicos.
Los funcionarios, especialmente los de Educación, seguramente no desconocen que cuando la escuela pública es abandonada por la clase media, se perjudican más los chicos de menos recursos, porque también se aprende de la interacción con el grupo, y si éste es cada vez más homogéneo? Aun sabiendo esto, los hombres que hacen las políticas públicas eligen para sus hijos el refugio privado.
¿Sería distinta la escuela pública de hoy, sería mejor la calidad de la salud, si el Congreso se atreviera a obligar a quienes ocupan cargos públicos a hacer uso de los servicios educativos y hospitalarios que ofrece el Estado? Difícil es saberlo, aunque uno imagina que, seguramente, habrían desarrollado un compromiso más firme con la educación que declaman defender, si en esas aulas, con esas maestras y esos recursos pedagógicos fueran a educarse sus propios hijos.
Por ahora han elegido una conducta similar a la del tero, que defiende el nido en un lugar alejado de donde se encuentran sus crías para despistar al predador. En este caso, mandan a la ciudadanía a escuelas y hospitales que diseñan y administran, pero que ellos mismos se cuidan bien de utilizar.

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