El "relato inglés", desenmascarado en un libro
Contra la edulcorada versión de un Imperio construido con “un mínimo de fuerza y un máximo de consideración”, Richard Gott describe los “vastos movimientos de pueblos”, la “represión” y el canje de posesiones que lo caracterizaron.
Londres se ha escudado en los últimos años en el argumento de su respeto por los deseos de los habitantes de Malvinas para negarse a todo diálogo con la Argentina por la soberanía sobre esas islas. Pero un libro que acaba de llegar a las librerías locales demuestra que el pasado condena a los británicos: es difícil encontrar antecedentes de un tal respeto por la voz de los habitantes.
El periodista e historiador británico Richard Gott, corresponsal del diario The Guardianen América Latina durante 35 años, es el autor de El Imperio Británico. Resistencia, represión y rebeliones (Ed. Capital Intelectual), un libro que busca desmontar la versión edulcorada de la expansión colonial británica que se enseña a los niños en las escuelas inglesas, condensada en el manual Our Empire Story, que cuenta cómo el Imperio acercó “las bondades del progreso a pueblos generalmente salvajes e ignorantes”.
Gott, que además integra un grupo de intelectuales y políticos británicos que promueve un tratado de paz por las islas Malvinas, se centra en este libro en el período que va de 1750 a 1858.
“Uno de los propósitos de este libro es equilibrar la versión de los hechos publicada en las anteriores historias del imperio”, explica Gott. “Dondequiera que los británicos trataron de plantar su bandera tuvieron que enfrentarse con la oposición local. En casi cada una de las colonias tuvieron que luchar desde el desembarco”, escribe, para contrarrestar la sugerencia de la historia oficial de que “el imperio británico” se establecía “en territorios vírgenes”.
“Comprensiblemente, dice Gott, los británicos tratan de olvidar que su imperio fue el fruto de la conquista militar (y por ello) sigue habiendo una tendencia inextirpable a mirar la experiencia imperial a través de los lentes rosados de la cultura heredada”. Lo que él se propone desmontar es esa “creencia pagada de sí misma (…) de que el imperio fue un emprendimiento imaginativo, civilizador, llevado a cabo a veces con reticencia, que acercó los beneficios de la sociedad moderna a pueblos atrasados”.
Gott señala además una de las claves de la construcción del relato de un “Imperio benévolo” que es la constante campaña tendiente a construir la leyenda negra de los demás imperios: “A menudo hasta se sugiere que el imperio británico fue algo así comouna experiencia modelo, a diferencia del francés, del holandés, del alemán, del español, del portugués o, por supuesto, del americano. Hay una creencia ampliamente generalizada de que al imperio británico se lo consiguió y se lo sostuvo con un mínimo grado de fuerza y un máximo de consideración por parte de una agradecida población indígena”.
Para desmontar esta imagen sostenida a lo largo del tiempo, Gott hace en este libro un repaso de las revueltas que agitaron las colonias tanto por parte de la población nativa como de los propios colonos blancos que luego se levantaban contra la metrópoli, como sucedió en las colonias de Norteamérica o con los Boers sudafricanos.
“Como sucedió con otros imperios, señala Gott, el imperio británico llevó a cabo vastos movimientos de pueblos. Se desplegaron ejércitos de una parte a otra del mundo; los colonos cambiaban de continentes y hemisferios; los prisioneros eran relocalizados de país en país, los habitantes indígenas acorralados, sumidos en el olvido o exterminados (…). A veces, habiéndose apoderado de algún rincón del mundo, lo canjeaban por una ‘posesión’ de otra potencia”.
Y que sigue incólume hasta el presente –aunque eso ya escapa al período analizado por Gott- cuando, por ejemplo, pretende hacer olvidar otros casos en los cuales la opinión de la población local no formó parte de los elementos en consideración al momento de encarar una negociación diplomática: sucedió en las ex posesiones francesas de Nueva Escocia (hoy Canadá) y, mucho más recientemente, en la islaDiego García y en Hong Kong.
En julio de 1755, miles de colonos franco-canadienses, llamados acadianos -originarios de Poitou - fueron violentamente deportados de sus tierras en el este de Canadá (hoy Nueva Escocia), cuando parte de las posesiones francesas de América del Norte fueron cedidas a la corona inglesa por el Tratado de Utrecht (1713). Esta expropiación masiva tuvo lugar porque los acadianos se negaban a jurar fidelidad a la Corona. No querían ser ingleses, pero su voluntad no fue escuchada. Graciosamente, de este conflicto nació la costumbre de protestar golpeando cacerolas. http://america.infobae.com/notas/52421-Malvinas-cacerolas-y-la-coartada-britanica
La isla Diego García, en el Océano Índico, pasó de ser dominio portugués, a francés y luego británico. Pero en 1966, el gobierno británico decidió alquilársela a Estados Unidos hasta 2016 para la instalación de una base militar. Para ello, expulsó a los 1.800 habitantes nativos de la isla. Hasta hoy, esa población no ha podido regresar, pese a que el Tribunal Supremo británico sentenció que la expulsión fue ilegal, una sentencia que los sucesivos gobiernos británicos se han negado a cumplir.
Finalmente, en 1997, Londres devolvió la región de Hong Kong a China, sin que mediara consulta a la población local.
El libro de Gott exhibe, a través del relato de las múltiples formas de resistencia a lo que se llamó “segundo imperio británico”, muchas otras inconsistencias entre el discurso y la práctica, como el hecho de que en 1784 el Acta sobre la India afirmaba que las guerras de agresión para aumentar el territorio eran contrarias a los intereses británicos y perjudiciales para el honor de la Nación.
Fuente:http://www.infobae.com/notas/700320-El-relato-ingles-desenmascarado-en-un-libro.html
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