En conmemoración de la muerte de José Gervasio de Artigas
Por Humberto Marioni
El 25 de setiembre de 1850, el Karay Guazú [1] moría
en su chacra del Paragüay, estaba solo acompañado de su fiel amigo y compañero
de armas, el negro Ansina[2], lo enterraron con la ceremonia ritual de cacique
guaraní. El General había nacido en
Montevideo, el 19 de junio de 1974, en el seno de una familia descendiente de
los fundadores de la ciudad, en cuna de oro, y partía de este mundo, como si se hubiera inspirado en el verso de
Machado[3], “casi desnudo, como los hijos de la mar…”
Quizás, mientras cultivaba su chacrita, -otorgada en
1850 por la generosa acogida del Dr. José Gaspar de Francia[4] primero y del
Mariscal Solano López después- o
mientras repartía entre sus vecinos las
verduras y frutas que le sobraban, habrá pensado en el destino reservado a
nuestros Padres de la Patria.
O, recordaba. Recordaba, cuando siendo muy joven,
abandonó la comodidad de la ciudad y recorría la campaña de la banda oriental,
hasta las Misiones Jesuíticas, que eran nuestras, y desafiaba a los
portugueses, traficando con hacienda y frutos del país. Y como allí vio tanta
pobreza, tanta injusticia que se cometía con los naturales de este suelo. De
cuando ingresó al Cuerpo de Blandengues –equivalente a nuestra actual
Gendarmería Nacional- para actuar en esas fronteras del Imperio Español.
Aunque en Maldonado está/ el cuartel general, /el
blandengue siempre va / por toda la tierra Oriental. /Artigas enseña a no
encender el fogón / que deje seña de su posición.../ Sigue, de noche y de día,
las huellas criminales / buscando con porfía /a hombres y animales[5]
Allí midió y fue medido, era puesto a prueba a ver
que talla daba, por los guaraníes que, asombrados, veían como este huinca los
protegía de los maloqueros portugueses que les robaban sus ganados y los
llevaban para venderlos como esclavos; como se fueron conociendo en la lucha,
como lo estudiaban para ver como se comportaba este blanco, y con él a su
tropa de gauchos rotosos, valientes
hasta la temeridad, que lo llamaban en señal de respeto “mi General”.
Tal vez, una pena honda arrugó su ceño adusto, cuando
recordaba que su hijo adoptivo y compañero de tantos combates por la defensa de
la patria, aún nonata, Andrés Guacurarí,
Comandante Andresito, abandonado por los porteños y los montevideanos,
en una campaña suicida, fue capturado por los portugueses y vendido en el
mercado de esclavos de Santos, y se preguntó, con dolor desgarrador, cual
habría sido su suerte en esas manos crueles.
Recordó cuando, comandando la partida de fieles
gauchos orientales, encuadrados como Cuerpo de Blandengues de Montevideo,
marchó a la Buenos Aires, a enfrentar a los colonialistas ingleses que buscaban
quedarse con estas tierras, a esos colorados a los que, junto con los Balcarce[6],
los González Balcarce, con ese otro blandengue de fierro, Ignacio Warnes[7],
les enseñaron -en la Plaza de Miserere y
en el Retiro- que en estas tierras “¡no querían amo nuevo!” Y presenció con
orgullo contenido, fiel a su estilo, la rendición de Beresford, ante el señor
de Liniers y Bremond.
Y como allí comenzó a interesarse en la política, y
entonces, leyendo, conoció a los clásicos españoles, a los federalistas
norteamericanos, leyó libros
¡prohibidos! que hablaban de los franceses, de como habían echado a sus
reyes y nobles, y comenzó a entender los conceptos de independencia de su
nación, de igualdad entre los hombres, que no podía alcanzarse sin entrega de
las tierras a quienes la hacían producir, de federación de las provincias de la
América para que todas fueran iguales y “naides más que naides”.
Quizás, recordaba como se alzó contra ese déspota
cruel que era Elio, y como lo esperó en Las Piedras donde lo destrozó, y como
la canción patria de las Provincias Unidas aún lo recuerda: “San José, San
Lorenzo, Suipacha, / Ambas Piedras[8], Salta y Tucumán / son letreros eternos
que dicen / acá el brazo argentino triunfó, acá el fiero opresor de la patria /
su cerviz orgullosa dobló”[9].
O, como siempre sostuvo, que, “como mi autoridad
emana de vosotros, frente al pueblo soberano reunido, cesa la autoridad
concedida”, fiel hasta la muerte a las tradiciones asamblearias, que había
vivido en la pueblada del 6 de agosto de 1806 que impuso a Liniers como
Comandante de Armas; a la del 25 de mayo de 1810 que en Cabildo Abierto, impuso
la Primera Junta de Gobierno en estas Provincias Unidas que tanto amaba;
recordó, recordó, que allí comenzó a sonar el otro grito que lo conmovió hasta
el caracú de sus huesos: “¡no queremos
al amo viejo!”. Y que la encabezaba el bravo Saavedra, aquel que salvó la
artillería, llevándola a través del delta inundado, de Montevideo a Buenos
Aires.
Le parece escuchar los consejos de sus curas,
patriotas, y ¡como! si hasta el mismo Monterroso, dejó los hábitos y lo siguió
como su secretario, y, sonriendo, como aquel curita de Paysandú cerró el Libro
de la Parroquia del año 1810 con un sonoro: “Ultimo año de la tiranía” y abrió
el del 1811 con una frase rotunda: “Primer año de la libertad”.
Con que orgullo,
pero parco y contenido, leyó aquello que el Dr. Mariano Moreno había
estampado, en su Plano general de las
operaciones para el logro de la libertad e independencia de esta Provincias: …
“Sería muy del caso atraerse a dos sujetos por cualquier interés y promesas,
así por sus conocimientos, que nos consta son muy extensos en la campaña, como
por sus talentos, opiniones, concepto y respeto; como son los del Capitán de
Dragones don José Rondeau y los del Capitán de Blandengues don José Artigas;
quienes, puesta la campaña en este tono y concediéndoles facultades amplias,
concesiones, gracias y prerrogativas, harán en poco tiempo progresos tan
rápidos, que antes de seis meses podría tratarse de formalizar el sitio de la
plaza…”
Se humedecen sus ojos cuando ve, en negros trazos,
como en un retrato de Goya, inundados de gratitud, como lo siguió el pueblo
oriental en su éxodo, en la redota; como aquellos lanceros de Las Piedras, los
que habían sido “punta de lanza en el ataque” hoy vigilaban la retaguardia,
porque debían cuidar a su pueblo, como tenían, “la bizarría de luchar por un
vencido”[10]; ¿vencido, él?, si ya lo había dicho, “si me quedo sin soldados,
luchare con los perros cimarrones, para defender el rico patrimonio de los
orientales”.
Y en Purificación, en el Entre Ríos estableció su
campamento, tan pobre que sus asientos solo eran cabezas de vaca, que sintieron
vergüenza, cuando, ante la visita de Monseñor Dámaso Larrañaga, solo pudieron
cubrir la mesa con una enagua de una china soldadera, pues no tenían mantel,
como algunos no comieron pues tampoco tenían platos para todos…
Precursor de los grandes líderes agrarios de la
américa del sud, de la revolución mexicana[11], de los zamoristas[12]
venezolanos, en 1815 sintetiza sus ideas y promulga el Reglamento General de
Tierras, bajo un concepto, “que los menos favorecidos sean los primeros”, y estipula las suertes de chacra y de
estancia que iba entregando a quienes lo merecían, y, ¿de donde salían las
tierras?, pues de los malos españoles y los peores americanos…
Numen de nuestro federalismo, crea la Liga de los
Pueblos Libres, que lo eligen su Protector, y dicta las instrucciones a los
diputados a la Asamblea del Año XIII, … Principios que eran necesarios para independencia
de las provincias del poder español: su
Igualdad a través de un pacto recíproco, la libertad civil y religiosa, la
organización de los poderes como un gobierno republicano, federalismo con un
gobierno supremo que entendiera solamente en los negocios generales del estado,
confederación referida a la protección que se debían las provincias entre sí,
soberanía de la Provincia Oriental sobre los pueblos de las Misiones Orientales
y ubicación del gobierno federal fuera de la ciudad de Buenos Aires.
Y los intereses tendero-pastoriles bonaerenses se
coaligaron contra él. Contra él, que era el Protector de los Pueblos Libres, a
quien seguían la Banda Oriental, el Entre Ríos, Corrientes, Córdoba, si Juan
Pablo Bulnes era su mano derecha. Si por eso Juan Bautista Bustos sublevó el
Ejército del Norte en Arequito[13]. Pero luego, los ganaderos litoraleños lo
traicionan… sonríe tristemente, es mejor ni acordarse de esos malos americanos…
Escucha, entre estertores, que solo a Martín Miguel
de Güemes, el Señor del Norte, lo querían y respetaban por igual, y, ¡que
ironía!, ambos mueren traicionados, los traicionan por que no pudieron
derrotarlos, por gauchos y por patriotas, por cuidar de sus paisanos ante que
de sus propias vidas. Por dejarlo todo en pos de que… de algo que estaba
naciendo, o como reza la canción del Uno Grande, “en tiempos de la patria
incierta”. Recuerda, con altivez, que el propio General San Martín, cuando se
negó a marchar en su contra, encabezó su carta diciéndole “Mi querido paisano”.
Esa es suficiente recompensa, piensa…
Que tristeza inundaría sus ojos contemplando los
gobiernos gerenciales[14] del presente? Que diría frente a quienes no pueden
justificar el patrimonio acrecentado en años de ejercer la función
pública? Que pensaría, él, - que las
repartió entre negros, indios, zambos y criollos-, de los millones de hectáreas
de las mejores tierras del mundo en manos de un puñado de grandes empresas
extranjeras? De nuestra minería enajenada a
monopolios que han creado, prácticamente, un estado dentro de otro? De
los mas ricos yacimientos de petróleo explotados por potencias coloniales? Del
país, ocupado en su territorio insular austral por una potencia colonialista e
imperialista extranjera? De nuestro país, bi-continental, del que nos han
cortada la Antártida? De nuestros mares saqueados y controlados por submarinos
atómicos ingleses? Creo que diría: basta ¡ hasta que venga algún criollo en
esta tierra a mandar[15]…¡
Quizás por eso, con su último aliento, pidió su
caballo, ¡traigan el caballo!, dijo. Para qué?. Yo creo que para salir al
combate, contra los amos viejos y los amos nuevos. Para refrendar, con su vida,
la decisión de julio de 1816: “ ser libres de toda dominación extranjera…[16]”
Y no me cabe duda que, desde el 2 de abril de 1982,
en lugar de ese gesto, tan suyo, de echarse el poncho al cuello, esta vez se lo
quitó, y con él y la bandera cruzada por la franja colorada, arropó, en un
abrazo campero, a los héroes que cayeron en la Gesta de Malvinas.
Humberto Marioni
21-10-2012
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[1] Señor en idioma guaraní.
[2] Su verdadero nombre fue Lorenzo Alsina. Combatió
con Artigas, quien lo liberó de los portugueses que lo habían esclavizado, fue
su confidente y amigo y uno de nuestros primeros poetas. Permaneció junto a él
desde el inicio de su destierro hasta su muerte.
[3] Machado Antonio, el más grande poeta español del
siglo XX.
[4] Presidente de la República del Paragüay, patriota
consecuente, sentó las bases para su desarrollo independiente.
[5] Coplas del negro Ansina.
[6] Uno de ellos fue consuegro del General San
Martín. Todos militares, integraron el Ejército del Norte e hicieron la Campaña
de los Andes.
[7] Fue el 2º al mando en la Expedición Auxiliadora
al Paragüay con Belgrano, luego en la Expedición Auxiliadora al Alto Perú.
Designado por Belgrano Gobernador de la Intendencia de Santa Cruz de la Sierra
murió en combate contra los realistas.
[8] La otra batalla de Las Piedras es la que, durante
el Exodo Jujeño, se libró en el río del mismo nombre entre nuestras tropas y la
vanguardia de los realistas de Pío Tristán, que tuvo una enorme repercusión en
la moral patriota del Ejército de Belgrano.
[9] Letra original del Himno Nacional Argentino,
estrofa suprimida por decreto del General Julio Argentino Roca.
[10] Versos del poeta uruguayo Osiris Rodríguez
Castillo.
[11] De Zapata y Villa al General Lázaro Cárdenas,
entre otros.
[12] El General Ezequiel Zamora encabezó una
revolución agraria en la Venezuela de fines del siglo XIX.
[13] El Brigadier Juan Bautista Bustos, el General
Paz, y los coroneles Heredia, santiagueño, y Araoz Tucumano se niegan a
ejecutar las órdenes de Rivadavia de combatir a Artigas y regresan cada uno a
su provincia con las tropas a su mando, en Arequito, en 1820.
[14] Concepto definido por el Dr. Julio Carlos
González para caracterizar a estos gobiernos que se limitan a ejecutar
decisiones tomadas por otros, favoreciendo a intereses anti nacionales y
antipopulares.
[15] Estrofa del Martín Fierro.
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