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lunes, 1 de octubre de 2012

ULTIMO MENSAJE CONOCIDO DEL ALMIRANTE CARLOS BüSSER


El que sigue es el mensaje enviado por el Almirante Carlos Büsser y leído en el Acto desarrollado el 24 de setiembre de 2012 en el CENOTAFIO A LOS HÉROES CAÍDOS EN MALVINAS, en Conmemoración de la Batalla de Tucumán.
Constituye su último mensaje conocido.

LA BATALLA DE TUCUMÁN 
24 DE SEPTIEMBRE DE 1812 .
La batalla de Tucumán librada el 24 de septiembre de 1812 constituye un punto de inflexión en el proceso revolucionario comenzado el 25 de mayo de 1810. Los intentos iniciales del gobierno de Buenos Aires de lograr las adhesiones de los territorios situados en la Banda Oriental, en el Paraguay y en el Alto Perú, habían tenido poco éxito por diferentes razones. En particular en el Alto Perú, la poderosa influencia del Virreynato de Lima, y tal vez algunos errores de los funcionarios enviados desde Buenos Aires habían debilitado el entusiasmo patriótico de la población. Se registraron también una serie de enfrentamientos militares con suerte diversa: Derrota en Cotagaita, victoria en Suipacha y en 1811 importante derrota en Huaqui, que restableció el control español del Alto Perú.
En esas circunstancias el General Manuel Belgrano asumió el mando del Ejército del Norte y se dirigió a Jujuy, mientras las fuerzas realistas al mando del General Tristán avanzaban desde el Norte con el mismo objetivo. Las órdenes enviadas desde Buenos Aires indicaban a Belgrano replegarse hasta Córdoba, demorando todo lo posible el avance español. Como demostración de la personalidad de Belgrano, cabe recordar lo que dice el General José María Paz en sus Memorias: “Hay más aun que decir en honor del General Belgrano. Hasta que él tomó el mando del ejército, se puede asegurar que la revolución, propiamente dicha, no estaba hecha en esas mismas provincias que eran el teatro de la guerra... Cuando en principios de este mismo año (1812) emprendió el General Pueyrredón su retirada con el ejército, (…) nadie se movió de su casa y esos salteños y jujeños, tan obstinados y patriotas, como valientes después, se quedaban muy pacíficamente para esperar al enemigo y someterse a su autoridad sin excluir muchos empleados y militares que no estaban en servicio activo. Cuando en agosto emprendió el General Belgrano la suya, la hizo preceder de un bando fulminante, mandando el completo abandono de los pueblos y lugares que debía ocupar el enemigo (…)
Aunque estas providencias no tuvieron todo su efecto, no trepido ni un instante en asegurar que fueron de una gran utilidad política: ellas despertaron los ánimos ya resignados a sufrir el yugo español; ellas nos revelaron, haciéndolo mayor, la gravedad del compromiso que habíamos contraído cuando tomamos las armas contra el gobierno establecido por la metrópoli; ellas, en fin, nos hicieron conocer que era una cuestión de vida o de muerte para nuestra Patria la que se agitaba, y que era preciso resolverse a perecer o triunfar; fuera de que estas medidas enérgicas, que recaían indistintamente sobre las personas más elevadas de la sociedad, hirieron la imaginación de las masas de la población, y las predispusieron a desplegar esa fuerza gigantesca que ellas mismas ignoraban y que después han hecho de las provincias bajas un baluarte incontratable.” En estas palabras se encuentra una gran síntesis de lo que fue el éxodo jujeño y de la influencia que ejerció la personalidad, el patriotismo y la firmeza de carácter de este gran general que era Belgrano.
Ya próximo a Tucumán, no solo el clamor de la población de esa ciudad, sino las propias reflexiones del General Belgrano lo decidieron a presentar lucha a los españoles que lo perseguían de cerca, contrariando las órdenes reiteradas y amenazantes del gobierno de Buenos Aires. Y aquí aparecen circunstancias que dan excepcionalidad a todos estos hechos. El General Belgrano adelantó a Tucumán a Juan Ramón Balcarce para requisar las armas que hubiera en la ciudad y evitar que cayeran en manos realistas. Pero la población tucumana, liderada por Bernabé Aráoz, Pedro Miguel Aráoz y Rudecindo Alvarado planteó el deseo de defender la ciudad con las armas y los hombres tucumanos. El General Belgrano no necesitaba nada más para tomar su decisión de presentar batalla. Mientras tanto Balcarce, en los primeros días de septiembre de 1812 comenzaba a organizar una fuerza de caballería con los gauchos tucumanos que se presentaban voluntarios. Para armarlos se les improvisaron lanzas con grandes cuchillos atados a cañas tacuaras. Hubo que enseñar en pocos días los rudimentos de evoluciones y disciplina militar a una masa llena de patriotismo y de inexperiencia. Cuando llegó el día de la batalla, estos gauchos, golpeando sus característicos guardamontes, cargaron sobre las tropas españolas y fueron un elemento decisivo para el logro de la victoria. Era la primera vez que los gauchos se integraban como tales en un ejército regular. Por esa razón Vicente Fidel López llamó a la batalla de Tucumán como la batalla más criolla que se haya desarrollado en el territorio argentino.
Y como siempre en la historia de nuestras guerras, la presencia de Dios estuvo en los corazones y en los actos de los combatientes argentinos. El 24 de septiembre se conmemoraba en Tucumán el día de Nuestra Señora de las Mercedes, pero con motivo de la batalla librada ese día, se postergaron las ceremonias correspondientes. Al realizarse días después, mientras se desplazaba la imagen de Nuestra Señora hacia el campo donde se había librado la batalla, regresaba una columna del ejército de Belgrano que había perseguido a los realistas en su retirada. El General ordenó que se plegaran a la procesión y en un momento dado, hizo detener la marcha de esta, se adelantó y colocó su bastón de mando en las manos de la imagen. Poco después, el mismo Belgrano nombró a la virgen Generala del Ejército. Con el mismo sentimiento religioso que comenzó en las luchas de las invasiones inglesas, que se prolongó en las escuadras de Brown, en el ejército de San Martín y que llegó hasta la guerra por las Malvinas. Siempre hemos luchado con las armas que teníamos a mano y con el corazón puesto en Dios.
Respecto a la batalla de Tucumán, dijo Mitre: “Lo que hace más gloriosa esta batalla fue (…) la inmensa influencia que tuvo en los destinos de la revolución americana. En Tucumán salvose no solo la revolución argentina, sino que puede decirse contribuyó de una manera muy directa y eficaz al triunfo de la independencia americana. Si Belgrano, obedeciendo las órdenes del gobierno se retira, las provincias del Norte se pierden para siempre, como se perdió el Alto Perú para la República Argentina. Posesionado el enemigo de Jujuy, Salta y Tucumán, podría haber levantado un ejército mayor que el que podía oponérsele. Derrotado el ejército patriota, el camino para Santa Fe quedaba libre. El enemigo con su caballería remontada, reforzado por Goyeneche que podía disponer de 2000 hombres, extendiendo sus conquistas hasta Córdoba, en momentos en que la opinión pública de las provincias estaba completamente desmoralizada (…) Buenos Aires quedaba solo en la palestra revolucionaria.”
Los argentinos de hoy no deberíamos sólo rememorar esta batalla y estas luchas libradas hace doscientos años. Deberíamos hacer un verdadero examen de conciencia para reconocer nuestras debilidades y miserias del presente. Seguramente Dios nos tiene reservado, en algún lugar que todavía no hemos descubierto, un General Belgrano que esté esperando mostrarnos el camino del esfuerzo, del sacrificio, del éxito y de la gloria. Como el camino desde el éxodo jujeño hasta Tucumán.
Carlos A. C. Büsser
Contraalmirante IM (R)


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